Colombia ha venido atravesando por unos cambios que se podría decir bastantes radicales después de la llegada de Juan Manuel Santos al poder. Viví la Colombia de los 80’s, 90’s y cuando la historia se partió en dos con la llegada de Álvaro Uribe a la presidencia en el 2002. En los 80’s y 90’s un país azotado por los carteles de la droga y los grupos al margen de la ley, las pescas milagrosas de los narcoterroristas Farc, las bombas de Pablo Escobar, la forma inhumana en la que actuaba el grupo guerrillero M-19 al quemar vivos dentro del Palacio de Justica a magistrados y civiles por órdenes del Cartel de Medellín, entre otras atrocidades.
En todas estas situaciones ha actuado la Fuerza Pública cumpliendo con su deber constitucional de tomar las armas cuando las necesidades públicas lo exijan; salvaguardar el orden constitucional, la defensa de la soberanía y en mantener las condiciones necesarias para asegurar los derechos y libertades de los colombianos. Pero como lo dije anteriormente, la historia de Colombia se parte en dos con la llegada a la presidencia de Uribe en el año 2002. Hubo algo muy particular que siempre nos inculcó su gobierno, el cual nos dejó grandes enseñanzas: el amor, el valorar y respetar a cada miembro que integra nuestra Fuerza Pública. Los que hacemos parte de esa generación entre 2002 – 2010 mientras viajábamos por carretera saludábamos a nuestro ejército y les dábamos las gracias por cuidarnos para poder llegar sanos y salvos a nuestro destino. En Febrero del 2008 marchamos millones de colombianos rechazando el narcoterrorismo dejando un mensaje claro: no queremos impunidad para criminales de lesa humanidad. Pero hoy de eso queda muy poco.
Este gobierno fue contundente en la lucha contra el narcoterrorismo al darle prioridad a un importante detalle que no muchos logran entender: el mantener animada a la tropa sin bajarle la moral, porque se le dio la confianza suficiente y respaldo bajo la voluntad política y liderazgo que ejerció el presidente Álvaro Uribe, quien asumió la responsabilidad de las operaciones militares bajo su figura de Comandante en Jefe de las FF.MM. La llegada de Juan Manuel Santos en el 2010 abre un brecha que conlleva un giro radical al poner al mismo nivel del grupo narcoterrorista Farc bajo una pretendida negociación de paz con la organización en mención, y con ello humillar y paralizar a la Fuerza Pública.
En los ocho años de desgobierno de Juan Manuel Santos, se alimentó el antiuribismo, se fortaleció y se empoderó a la extrema izquierda; el adoctrinamiento de izquierda a nuestros jóvenes de la mano de FECODE ha dado los resultados que hoy vemos: jóvenes que ven muy normal los asesinatos de los grupos narco-guerrilleros M-19, Farc y ELN, porque les inculcan que todo sea en aras de la «revolución» el defender un acuerdo de paz fallido que no es más que la impunidad a crímenes atroces, premiación con curules y partido político a los que asesinaron colombianos durante 60 años. Ahí inicia la debacle de nuestro país con una juventud completamente perdida, sin valores, sin temor y respeto a Dios, a la familia y sobre todo a la autoridad. Esta izquierda radical fortalecida que se ha encargado muy bien de llevar al pie de la letra el manual marxista de que una mentira repetida mil veces la convierten en verdad. Pero siempre me pregunto: ¿qué edad tenían estos jóvenes cuando nosotros, los de la generación que vivimos el narcoterrorismo, salimos a marchar a rechazar a estos bandidos que hoy gozan de impunidad y se creen adalides de la moral?
Muchos de los padres de los jóvenes que hoy salen a las calles incitados por estos mismos bandidos impunes y la extrema izquierda liderada por un ex guerrillero del M-19 Gustavo Petro, alias Aureliano (que no es más que el títere de Cuba y el Chavismo) participaron de esa multitudinaria marcha rechazando a los que hoy sus hijos defienden.
Como colombiana demócrata, activista política y defensora de nuestra Fuerza Pública, hago un llamado a estos padres que rechazaron en algún momento las atrocidades cometidas por estos grupos al margen de la ley, a que se tomen el tiempo que sea necesario y le cuenten a sus hijos que los buenos somos más; que nuestra Fuerza Pública está para cuidarnos y defendernos de cualquier amenaza que conlleve a la desestabilización de nuestro país que es una de las democracias más sólidas de Latinoamérica.
Que le cuenten a sus hijos la verdadera y triste historia de las barbaries a los que muchos colombianos fueron sometidos gracias a una supuesta revolución, que no es más que la toma del poder en todas las formas de lucha para imponerle a la mayoría que votó por la democracia, la empresa, la propiedad privada y la libertad, un modelo económico llamado socialismo del siglo XXI orquestado desde Cuba y Venezuela sin pasar por las urnas.
Publicado: enero 26 de 2020
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