Uno de los factores que más afecta la calidad de la educación en Colombia, sin duda es la falta de continuidad en los procesos educativos. Solo entre el año 2000 y año el 2016, en Colombia se adelantaron 428 paros, que significaron 1.222 días, es decir -atérrense las cifras- poco más de tres años de clases perdidas, cuando la carrera se supone, es de 5 años. Esta dinámica necesariamente afecta la aplicación efectiva y oportuna del pénsum académico en cualquier institución, y hoy uno de los grandes perdedores en esta materia es la educación superior.
En teoría, el próximo 20 de enero deberá darse inicio al calendario educativo en todas las instituciones públicas del país. Sin embargo, hoy el panorama se ensombrece tras el anuncio de Fecode, de continuar las marchas que iniciaron el pasado 21 de noviembre, y que dejaron pérdidas incalculables a la economía colombiana, y una lamentable cifra de personas heridas y muertas tras los disturbios que se presentaron. Esto sin contar que hasta hoy, varias instituciones de educación superior están en una especie de limbo; entre ellas nuestra querida Universidad de los Llanos, que tiene suspendidas sus actividades desde comienzos de diciembre, afectando a más de 6.200 alumnos, que vienen desde los más recónditos lugares de la Orinoquía, y así muchos alumnos de diferentes universidades hoy viven la incertidumbre de no saber cuando retomarán sus actividades académicas.
La gran paradoja es que nunca como ahora un Gobierno se la había jugado apostándole a la educación como lo ha hecho el Gobierno del Presidente Iván Duque, asignando recursos por demás históricos para fortalecer el sector, porque ha entendido que en la educación está la base de progreso de una nación.
Uno no entiende cómo los universitarios protestan por la educación pero no dejan dar clases. Resulta absurdo que un grupo de no más de 200 mil estudiantes universitarios que salen a marchar, terminen casi secuestrando a la Educación, afectando a un millón 350 mil estudiantes, esto sin contar que las protestas afectan también a más de 4 millones de estudiantes de escuelas y colegios públicos.
Recursos hay para garantizar a los estudiantes un educación de calidad. Pero se requiere del concurso de los docentes y las entidades que los agremian. Esta intransigencia debe terminar ya por el bien de la educación que tanto dicen defender. Los estudiantes ya quieren reanudar sus actividades académicas; un gran número de universitarios del sector público, son jóvenes de escasos recursos, naturales de regiones apartadas, y hoy por cuenta de las protestas y cese de actividades, se encuentran presos en las capitales del país, esperando la hora en que se normalicen las clases.
Ellos son víctimas de la soberbia e intransigencia de los autodenominados ‘líderes’ del paro, que hacen de los estudiantes los grandes perdedores de esta debacle injustificada. Son miles y miles de jóvenes con sueños y metas, pero que hoy se están viendo afectados por las marchas de una minoría que ha sido engañada por el canto revolucionario de fuerzas oscuras que solo esconden los intereses de quienes quieren ver al país sumido en el caos para fungir como salvadores y pescar en río revuelto.
Les deseo un muy feliz 2020 a todos y desde el legislativo sigo siendo su servidora. Estamos listos para seguir trabajando por el país que soñamos.
Publicado: enero 9 de 2019
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