El equilibrio entre la producción industrial y la conservación del medio ambiente es uno de los principales retos que tiene la humanidad en esta década que comienza, si es que no es el más importante.
Desde el auge de la revolución industrial en el siglo XVIII los países transformaron sus esquemas económicos de unas dinámicas agropecuarias a una producción empresarial, donde la extracción de recursos naturales es clave para sostener la oferta de bienes y servicios.
Gracias a este modelo la generación de riqueza y la calidad de vida de las personas ha logrado números positivos que jamás se habían visto en la historia. Sin embargo, para nadie es un secreto que el medio ambiente es quien paga los platos rotos y ejemplos sobran…
Nada más lo sucedido estas semanas en Australia es un llamado de la naturaleza que no se puede dejar de observar. Más de mil millones de animales han muerto en los incesantes incendios, al mismo tiempo que más de 10 millones de hectáreas de vegetación quedaron destruidas. Una situación realmente dolorosa.
Y en Colombia la situación no es la mejor de todas. Mientras las fuertes heladas tienen azotada a la sabana cundi-boyacense, amenazando la producción agro industrial de la zona, en la costa del País se están alcanzando unos picos de temperatura que ponen en riesgo a las poblaciones de potenciales conflagraciones que se pueden llegar a dar.
Por eso, es más que clave lograr ese equilibrio entre producción y conservación. Como dijo el Presidente en campaña: producir conservando y conservar produciendo.
Por un lado, sacrificar de tajo la producción industrial, como busca el ambientalismo radical, es un imposible que sólo logra enardecer con populismos a las masas sin materializar resultados concretos para las naciones. Discursos de esta naturaleza se alimentan de la profunda irresponsabilidad de sus promotores y no tienen en cuenta las repercusiones sociales, económicas e institucionales que generarían.
Por otro lado, impulsar las dinámicas extractivas y de impacto ambiental sin generar mecanismos efectivos de reparación y recuperación del medio ambiente es una irresponsabilidad histórica que no se puede permitir. Más que nosotros, serán las nuevas generaciones las que sufran las consecuencias al habitar en un planeta con variables climatológicas cada vez más drásticas e impredecibles.
Ojalá que en esta nueva década se logre llegar a ese equilibrio. Los últimos 30 años han sido claves para consolidar el proceso de concientización global sobre la problemática por la que atraviesa el medio ambiente, pero si no vamos más allá corremos el riesgo que la preocupación quede reducida a palabras y discursos que ganan ovaciones pero no generan respuestas palpables.
Publicado: enero 10 de 2020
3.5