Mi admiración por Don Mario Hernández no nace por confrontar al energúmeno Gustavo Petro en redes sociales ¡No! Mí admiración es por todo lo que él representa y simboliza en una sociedad pusilánime y decadente.
Un hombre nacido en las laderas del Cañón del Chicamocha, que llega a la cúspide de la vida disfrutando del éxito y con la generosa convicción de compartir sus aciertos y desacierto, lo convierte en consejero de vida, emprendimiento y generación de empleo. Don Mario no solo tiene derecho a opinar sobre los temas políticos o públicos del país, también debe ser ejemplo a seguir en un país donde se viene cultivando la dependencia y asistencialismo estatal.
No me extraña que la turba petrista pretenda intimidar a Don Mario en redes sociales por un trino donde incorpora uno de los miles de memes que inundan las redes sociales y que en varias oportunidades refleja cómicamente la realidad. Lo ocurrido con Don Mario es un campanazo, de los varios que hemos escuchado, de lo que podría pasar con el empresariado colombiano en un eventual gobierno dictatorial de Gustavo Petro.
En Colombia se viene incubando como forma de agitación electoral y política el odio irracional contra quienes de una u otra forma generan empleo, empresas, desarrollo, progreso y riqueza. No es solo en Colombia, es una nueva ola que cunde en Latinoamérica y parte del mundo. En una magistral columna, el profesor Carlos Caballero Argàez, explica como se viene labrando por parte de los liberales de izquierda una escuela económica que se ha denominado en los EE. UU. “Neosocialismo”, que pretende combatir, según ellos, al Neoliberalismo. El Neosocialismo busca «promover la propiedad cooperativa y conjunta de empresas privadas, localmente administradas. Es decir, la descentralización para devolver el poder a las comunidades, de tal manera que las personas puedan, colectivamente, mejorar su nivel de vida.”
El odio es el mejor canalizador de los propósitos de la izquierda y del petrismo; lo vienen haciendo a rabiar en los últimos meses, y lo alientan con hechos a través del paro que promueven desde fachadas de reivindicaciones educacionales, sociales y ambientales. Esta turba, instrumentalizada a la perfección, cree que el Estado es un absoluto en su capacidad para otorgar servicios, bienes y derechos a todos sus asociados.
La estigmatización generada contra Don Mario Hernández es preocupante y debe de servir de ejemplo para los otros empresarios pusilánimes, sumergidos en gremios que solo les representa un supuesto statu quo o inmunidad frente a hechos políticos y sociales que pretenden desconocer.
Ojalá escucharan los consejos de Don Mario, donde la generosidad, afecto, solidaridad y contribución social brilla para con sus empleados. Si existieran mil Mario Hernández en Colombia, la izquierda y el petrismo serian periódico de ayer.
Publicado: enero 7 de 2020
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