La vida de los otros, viralizada en las redes sociales, se ha convertido en un lastre para unas mayorías obnubiladas por el esplendor de esos personajes que ostentan tener miles y hasta millones de seguidores. Muchas de esas imágenes, sin embargo, son puro oropel; fotos con la Tour Eiffel de fondo, el Taj Mahal o las Pirámides de Giza, son fáciles de trucar, pero otra cosa son los carros de Falcao, el avión de Maluma o las casas de nuestras celebridades.
«La envidia es mejor despertarla que sentirla», decía un comercial de champú de hace 30 años. Más atrás, uno de nuestros dos mayores filósofos, Cochise, le había tomado el pulso al alma de los colombianos para asegurar que «aquí se muere más gente de envidia que de cáncer», y el otro de nuestros mayores pensadores, Pambelé, llegaba a la conclusión de que «es mejor ser rico que pobre», lo mismo que entendió Deng Xiaoping expresándolo con mayor refinamiento: «hacerse rico es glorioso».
Y es que ver cómo algunos pasan de un yate a un avión, de una fiesta a un viaje, de un concierto a una cena bajo las estrellas, les ha estado exacerbando a los jóvenes la envidia bajo el mote de «inequidad social». Pero lo que no parecen descifrar muy bien es lo que va del pensamiento de Cochise al de Pambelé, eso que Deng identificó hace más de 40 años para poner a China en la ruta del capitalismo, aunque el aparato estatal —con su partido único— aparente seguir siendo comunista.
El líder chino explicó el secreto de forma gráfica: «da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones». Un aserto que podría traducirse como «da igual que sea capitalismo o comunismo, lo importante es que saque a la gente de la pobreza». Sin embargo, él bien sabía que ambos sistemas no son iguales y por eso eligió el primero. Ya su antecesor, ese genocida que fue Mao Tse Tung, había matado de hambre a 30 millones de chinos; su «salto adelante» fue un salto mortal para todos esos que perecieron como prueba de que el comunismo no funciona: en el último siglo se ha ensayado en cerca de 45 países, y en todos ha fracasado.
Felizmente, Deng Xiaoping eligió el gato que sí caza ratones y convirtió a la China en la locomotora de la economía mundial. Por supuesto, el esfuerzo para lograrlo ha sido enorme, empezando por una gran apuesta por la educación que hoy tiene a esa superpotencia liderando el ranking de las pruebas Pisa y el de los países que más ingenieros gradúan, enfocándose principalmente en las carreras STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, por su sigla en inglés), que son las que producen más riqueza hoy.
Y hay más ejemplos. Hemos oído mil veces el carretazo (cierto, valga decirlo) de que Corea del Sur era más pobre que Colombia en 1960. Pero mientras ellos dedicaron todo su esfuerzo a la educación, al desarrollo tecnológico y a todo aquello que pudieran exportar, aquí decidimos mantenernos sumidos en la mediocridad; pobres y envidiosos por algún atavismo que nos ha impedido aspirar a una vida más cómoda. Muchos le echan la culpa a la religión, por aquello de que «es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja», pero ello no ha sido impedimento para que muchos alcancen la prosperidad siguiendo la cultura del trabajo, el esfuerzo, la disciplina, el ingenio…
El progreso de un país no lo logra solo el Estado con decisiones como la de Deng Xiaoping; la riqueza de las naciones la crean sus habitantes con la suma del esfuerzo de cada uno de ellos: es el fruto de la iniciativa individual de todos en el marco de unas regulaciones acertadas. No obstante, hoy tenemos a los tales millennials y centennials, unos niños malcriados que no quieren estudiar ni trabajar sino ser youtubers; que no quieren tener hijos sino gatos, y no propiamente al felino que caza ratones, sino al que la generaliza la pobreza; críos con una visión en extremo distorsionada y retorcida de la economía que los tiene reventando cacerola en las calles.
Y todos estos enajenados van a terminar buscando comida en la basura, como en Venezuela, si no se convencen de lo mucho que Colombia ha avanzado, aunque no todos tengamos una vida de ensueño, como sacada de Instagram. Echar por la borda los avances —que muchos no quieren ver— es suicida, justo cuando deberían es estar aportando ideas para sacar adelante el país. Nunca antes fue más pertinente el famoso aforismo de John F. Kennedy: «No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país». Pregúntate, y no te equivoques.
EN EL TINTERO: El nuevo escándalo mediático se llama «fosa común del cementerio de Dabeiba (Antioquia)», de la que ya se rumora que contendría los restos de unos 500 desaparecidos. Hay que recordar que hace unos años se llegó a especular que en la supuesta fosa común de La Escombrera, en Medellín, había miles de cadáveres de víctimas de los paramilitares y las Fuerzas del Estado, y tras gastar 20.000 millones de pesos para retirar una montaña de escombros, solo encontraron un infeliz hueso de perro.
Esta columna les desea Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo 2020, lleno de paz y progreso para todos.
Publicado: diciembre 17 de 2019
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