Falta menos de un mes para que se acabe el año y con ello llegue a su fin la segunda administración de Enrique Peñalosa en Bogotá. Aciertos y errores marcaron la pauta de una gestión que le devolvió la estabilidad a la ciudad después del desastre de Gustavo Petro.
Sin lugar a dudas fue un Gobierno impopular pero eficiente.
En cuanto a infraestructura el legado es innegable. Esta administración va a dejar contratadas o en proceso de contratación más de 150 mega obras por casi 50 billones de pesos que comprometen recursos actuales, vigencias futuras y aportes de la Nación. Esa cifra supera, inclusive, el presupuesto de inversión del Gobierno Nacional para el 2019.
La más importante de todas: el Metro de Bogotá. Después de más de medio siglo de discusiones técnicas y políticas la Alcaldía de Peñalosa le deja contratada a la ciudad la mega obra más importante de los últimos años, la cual generará más de 60.000 empleos y beneficiará a casi 3 millones de personas.
Esta no va a ser la solución mágica al problema de movilidad de la ciudad, pero su articulación con la red de Transmilenio sí contribuirá de manera significativa a tal propósito, en especial porque el diseño de la primera línea cobija las localidades más habitadas de la ciudad.
Frente a la seguridad se avanzó, pero quedaron faltantes preocupantes. Se disminuyeron los homicidios de 17.4 a 12.7 casos por cada 100mil habitantes, se instalaron más de 3.300 cámaras de seguridad y se intervinieron las 4 principales ollas del microtráfico, las cuales, valga recordar, no solo eran el eje del expendio de drogas, sino centros de explotación sexual donde estaban condenadas más de 200 menores.
Sin embargo, el hurto a personas aumentó un 17% y Bogotá sigue siendo la ciudad del País donde más se presenta este delito, superando en cinco veces los índices de Cali y Medellín. Es la principal preocupación de la ciudadanía.
En materia social los resultados los envidiaría cualquier alcalde del País. El embarazo adolescente se redujo un 36%, la pobreza multidimensional cayó del 5.9% al 4.3%, la apertura de 40 CAPS permitió acabar con las interminables filas para acceder a una cita médica, Capital Salud pasó de estar al borde de la quiebra a reportar más de 40.000 millones en utilidades y la tasa de trabajo infantil bajó del 11% al 4.9%.
En general, el balance de estos cuatro años es positivo. Las finanzas quedan saneadas y se dejó la casa en orden. Se acabó con el discurso incendiario de la lucha de clases y la clara visión de ciudad del Alcalde se concretó en cientos de proyectos que transformarán la calidad de vida de los bogotanos.
Seguramente si se hubiera hecho mayor énfasis en los resultados de corto plazo y la magnífica estrategia de comunicaciones que se hizo en el 2019 se hubiera implementado desde el 2016 las cifras de popularidad serían diferentes.
Ojalá, por el bien de la ciudad, que la nueva administración corrija los errores, mantenga los avances y no caiga en el populismo que desde el balcón del Palacio de Liévano se preocupa más por las siguientes elecciones presidenciales que por las necesidades de la ciudad que le aporta al País el 25,6% del PIB y el 42,6% del recaudo del impuesto de renta.
Publicado: diciembre 4 de 2019
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