Entre el miedo y la ira se ha movido la cotidianidad del país en las últimas semanas. La normalidad insiste tozudamente en imponerse ante una izquierda fracasada pero obstinada en su enfermiza pasión por el poder, vestida por estos días de juvenil zafarrancho callejero. Luego de la nanitanana, vendrá a comienzos del 2020 un nuevo envión para reavivar la cantinela quejosa de la protesta en donde se mezclan verdades inobjetables como la corrupción; verdades a medias como la de la fracasada educación fecodiana; mentiras descaradas como la de estar bajo un régimen tiránico; generalizaciones y simplezas como las de las pensiones y la salud; inculpaciones insidiosas como la de acusar al neoliberalismo de todos los males mientras se callan las miserias del comunismo. A lo anterior se agrega la irresponsabilidad y/o el manejo malicioso de las redes sociales y de algunos medios tradicionales, además de la participación de agentes cubanos, venezolanos y rusos detrás del telón. El narcotráfico, factor insoluble, impera en el fondo del escenario manteniendo al Crimen Organizado Internacional como otro actor muy activo en esta fétida brisa dizque bolivariana, que amaina en Colombia. Hablando de narcotráfico, la tal Guardia Indígena, apéndice de las farc formalizado en los acuerdos de la Habana con Puesto de Mando atrasado en el Cauca, departamento con los mayores cultivos ilegales de coca, amenaza tomarse Bogotá con garrotes y escuadras indígenas del CRIC, mientras se impone taimadamente como la garante de la paz de los marchantes intentando suplantar a nuestra Policía Nacional. Es la fuerza blanda que avanza pasivamente mientras sus coequiperos secuestran, asesinan, extorsionan, asaltan vías, desplazan comunidades y atacan unidades de la FFPP. En el entretanto sus quintacolumnistas y simpatizantes desinforman y atizan la hoguera de la estupidez, del retroceso a la caverna: la piedra en reemplazo del argumento
Debilitado hoy el movimiento que se soñó multitudinario y contundente, émulo de convulsiones similares en Ecuador y Chile, sus angustiados cerebros tienen que realizar un acto que renueve la consternación, la confusión, para regresar al miedo y reavivar la ira que terminarán por generar caos. Un atentado contra una figura representativa de cualquier sector, podría reiniciar la mecha a punto de apagarse.
El asunto está en el campo político y el pulso se medirá en las mesas de conversación con vocación negociadora, en donde se buscará ganar con sofismas y chantajes, lo que no se ha podido lograr con capuchas y molotovs.
Publicado: diciembre 12 de 2019
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