Por lo general se suele decir que durante su primer año de mandato los Presidentes viven una “luna de miel” con el Congreso. El impulso político que implica una nuevo Gobierno les permite tener un margen de maniobrabilidad favorable para impulsar las principales reformas legislativas.
Desafortunadamente, eso no se vio en esta administración. En dichos 12 meses iniciales sólo se lograron aprobar tres leyes importantes: el Plan Nacional de Desarrollo -que estuvo a 1 voto de hundirse-, la Ley de Financiamiento -que por culpa del Presidente del Senado fue tumbada por la Corte por vicios de forma- y la Ley Tics -que duró estancada varios meses-.
Esto se debió, en esencia, a dos razones. La primera, la firme y admirable decisión del Presidente de acabar con los cupos indicativos, también denominados como “mermelada”, los cuales eran partidas presupuestales asignadas a dedo a los congresistas amigos del Gobierno y frente a los cuales nadie conocía cómo se ejecutaban esos recursos. ¡Una completa vagabundería!
La segunda, la designación de un gabinete ministerial con muy poca representación política. Salvo notables excepciones como el Canciller Carlos Holmes Trujillo, la mayoría de Ministros tienen más cercanía a la academia o a ciertos gremios económicos que a los sectores políticos, lo cual, sumado a la falta de experiencia en el sector público, indudablemente, empantanó las relaciones con el legislativo.
Por eso, tras las elecciones regionales del pasado 27 de octubre el Presidente tiene una oportunidad de oro, que quizás no se le vuelva a presentar en los restantes dos años y medio de mandato, para recomponer el ajedrez político que hasta el momento ha estado en su contra.
Una invitación a varios salientes alcaldes y gobernadores, con perfil presidencial para el 2022, a ser parte del gabinete le permitiría al Gobierno, por un lado, tener mayor visibilidad política con unos Minsitros que, a diferencia de varios de los actuales, gocen de reconocimiento y conexión con la opinión pública y, por otro lado, lograr el apoyo de las bancadas que por ahora le han sido esquivas en el Capitolio.
¡Es hora de un revolcón ministerial!
En efecto, la confluencia de intereses en los próximos comicios electorales es un factor que el Gobierno debe saber aprovechar a su favor en estos momentos para lograr una coalición que mayoritariamente respalde sus políticas que, por ejemplo, han permitido encaminar al País en una senda de reactivación económica tras un par de años donde el crecimiento era completamente mediocre.
El Presidente ha dicho, con sumo valor cívico, que no quiere una aplanadora en el Congreso. Sin embargo, hay que ser conscientes que la relación entre el Jefe de Estado y el Parlamento es igual a la de un caballo y su jinete… o el segundo lo adiestra con carácter o el animal se rebela y lo rechaza con repulsión.
Publicado: noviembre 6 de 2019
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