Colombia logró contener exitosamente las críticas 48 horas iniciales de esta guerra fría 2.0, suave, molecular, híbrida, social prolongada o como se quiera llamar. Tres elementos fueron claves: la recia actitud de algunos ciudadanos frente a los vándalos, el denodado esfuerzo y profesionalismo de nuestra policía y la aplicación inteligente de medidas restrictivas por parte de alcaldes y gobernadores.
La guerra contra el terrorismo ha endurecido a los colombianos, que llevan a cuestas el persistente acoso de quintacolumnistas estalinianos, habilidosos argumentadores de bienestar, libertad, justicia, paz y reconciliación.
Como en 1960, con mártir a bordo y acoso jurídico a la Fuerza Pública, se inicia una etapa de acuerdos políticos presionados por desinformación y miedo propagados través de medios convencionales, de redes y de comunicadores interesados, con la amenaza clara o velada de violencia callejera.
En el desarrollo de lo planeado en el Documento base del XXV encuentro del Foro de Sao Paulo en Caracas, vendrán semanas de asedio líquido, con inesperados bloqueos a la movilización pública, sorpresivos brotes de bandidaje y posibles actos terroristas que las comunidades, organizadas, deberán prever, prevenir y neutralizar con responsabilidad, pero con contundencia.
Claro que urgen reformas, pero sin entreguismo ni cobardía habaneros, sin dejarse imponer la agenda socialista, ni el tiempo, ni el ritmo de la negociación. Apremia, eso sí, modernizar la educación de nuestros jóvenes a quienes, desde la reforma de 1976 a cargo de un ruso y un polaco, se les convirtió en parásitos intelectuales, zombis morales e idiotas útiles de marxistas leninistas angurrientos de poder, alienándolos con mentiras, fantasías garciamarquianas, verdades a medias y mitos urbanos repetidos machaconamente en aulas y corrillos por sesenteros, despistados fecodianos.
Nuestra Policía Nacional, debe mantener su salud y su músculo para lo que viene; nuestros militares deben adquirir una preparación superior en el uso de su fuerza contra jovenzuelos irresponsables; la Inteligencia Criminal debe neutralizar a los responsables de cadenas mentirosas y paniqueras, como las de los asaltos a predios particulares en Bogotá, el traslado de vándalos en vehículos de la policía, la patada del patrullero a la mujer y los ataques al comercio en Cali.
Entre un Dilan accidentalmente muerto y una Daneidy cínicamente impune, entre el drama y la burla, entre oportunistas de mala calaña, jueces veniales y policías sacrificados, se vislumbra el futuro del país. Nada que no se pueda digerir con un buen partido de fútbol, para completar la tragicomedia nacional.
Publicado: noviembre 28 de 2019
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