¡Claro que nos duele la muerte de los niños que cayeron en el bombardeo que tuvo lugar sobre el campamento donde se escondía el terrorista de las Farc, alias “Gildardo Cucho”!
Pero, ¿sobre quién o quiénes deben apuntar los dedos acusadores? No deja de ser indignante que la extrema izquierda y los miembros de las Farc, tengan la desfachatez de acusar al gobierno, a nuestras Fuerzas Militares y al ahora exministro de Defensa, Guillermo Botero.
Durante los diálogos Santos-Timochenko, insistí hasta el cansancio sobre la desvinculación de la totalidad de menores en poder de los terroristas.
Con desfachatez, el entonces comisionado de paz, Sergio Jaramillo -reconocido por su soberbia e intransigencia-, literalmente me aseguró que nada podía hacer el gobierno al respecto, por cuanto las “partes” habían acordado. “negociar en medio del conflicto”.
A buen entendedor pocas palabras: Santos y sus gregarios, dieron una autorización tácita para que los delincuentes de las Farc continuaran reclutando menores, y manteniendo en sus campamentos criminales a los que ya estaban en poder suyo.
Al gobierno anterior no le importó la suerte de los niños. No se preocuparon por averiguar cuántos estaban en las filas de las Farc, ni exigieron su desvinculación, bajo la más rigurosa veeduría internacional.
El país no puede olvidar la respuesta cínica que, sobre el particular, dio el contertulio del santismo, el prófugo “Iván Márquez”, terrorista que lideró las negociaciones de La Habana y que, junto a “Jesús Sántrich”, regresó a la selva para continuar ejerciendo control de las estructuras narcotraficantes de las Farc. En su momento, “Márquez” aseguró que en la guerrilla sólo había 13 menores de edad, y que ellos habían acudido a la organización, buscando cobijo, protección y refugio. La burla fue enojosa: se intentó hacer creer que las Farc era una guardería.
Más enojosas que las palabras de ese narcotraficante, fue la indolencia del gobierno colombiano, que no ejerció la presión correspondiente en la mesa de negociaciones, para lograr que todos los menores fueran devueltos sin dilaciones.
Y las criaturas que las Farc no desvincularon, hoy son las que están en poder del sector que continúa en armas. Esos son los niños que perdieron su vida en el bombardeo legítimo que ordenó el gobierno del presidente Duque para neutralizar a “Gildardo Cucho”, sin duda uno de los terroristas más peligrosos y con mayor capacidad para desestabilizar a nuestro país.
Los grupos armados ilegales colombianos, son estructuras fundamentalmente integradas por menores. Esa realidad, nos ubica, como sociedad, ante una disyuntiva muy delicada.
El deber constitucional de la Fuerza Pública, es la de proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos. Así mismo, el presidente Duque, adquirió el compromiso irreductible de combatir a los terroristas y de enfrentar a las organizaciones responsables de tener a nuestra geografía inundada con cultivos ilícitos.
A la luz del Derecho Internacional Humanitario, aquel que recluta a un menor de edad, asume la totalidad de la responsabilidad de lo que le pueda suceder durante un enfrentamiento armado. Esa es la dura realidad. No podemos permitir las acusaciones canallas de quienes pretenden achacarle la responsabilidad de los menores dados de baja, a las Fuerzas Militares, cuando el acento de esa culpa debe posarse única y exclusivamente sobre la banda terrorista Farc.
Seguiré luchando sin descanso, por la desvinculación de los niños en manos de los criminales. Aunque he tenido que remar contra la corriente y alzar la voz en medio de un entorno que no quiere escuchar, en 2014 adquirí ese compromiso con las víctimas y con sus familiares y, hasta no ver al último menor reencontrándose con sus seres queridos, no dejaré de trabajar por hacer realidad mi promesa.
Pero nunca lo olvidemos. En Colombia claro que hay niños en las filas de las formaciones armadas al margen de la ley, pero el responsable de esa inhumana realidad tiene un nombre que no podemos olvidar: Farc.
Publicado: noviembre 11 de 2019
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