Quienes han leído mis artículos de los últimos diez meses podrán apreciar que, desde el primer momento, advertí de los planes malévolos de la izquierda radical colombiana para con el Gobierno y el País: lo único que buscan es hacerse al poder, exacerbando la anarquía y la división de clases, para cosechar el odio que habrá de catapultarlos a la cima del Estado. Lo que les ha sido negado en las urnas pretenden usurparlo por cuenta del caos y la destrucción. Pues bien, la gente ya se dio cuenta, incluido el presidente Duque, de que la oposición es canalla y sádica, y, por tanto, nada bueno puede esperarse de esa ralea.
Muchos me llamaron extremista, apocalíptico y fatalista; pero, cuando se sabe de la falta de condición humana del adversario, se puede avizorar la clase de combate al que nos enfrentamos. Solo una máxima puede guiar el accionar de aquellos que dicen ser líderes: la salud de la República, el fortalecimiento de la institucionalidad y la defensa de la democracia; quienes tienen otros intereses, son enemigos de la Patria. Punto. ¿Y qué quiere la oposición? Pues tumbar al presidente de Colombia, a como dé lugar, para que el desastre campee en estas tierras y, como los buitres, alimentarse del “cadáver” de lo que quede; no creo que haya incautos que a estas alturas lo duden.
Colombia está incendiada como hace muchos años no lo estaba. Los desmanes y actos vandálicos que han venido presentándose son una vergüenza desde donde se vean. Los derrotados en las urnas, por cuenta de marchas y “vandalismo”, quieren obligar al Gobierno a aplicar políticas muy distintas a las que Duque planteó para ser elegido; en consecuencia, la andanada no es solamente contra el presidente: lo es también contra la democracia. Miles de intereses se arropan bajo una misma marcha con diversas causas, todas ellas instrumentalizadas por el terrorismo, para debilitar a un gobierno legítimamente constituido, que, además tiene las mejores intenciones del mundo. Hasta la protesta pacífica es injusta: no ha sido Duque quien ha ocasionado todo lo que le reclaman. Como están planteadas, la protesta y sus marchas son trampas para utilizar incluso a los que tienen un deseo genuino y altruista.
Colombia no tiene memoria. Ya se les olvidó a muchos que el narcoterrorista de Iván Márquez, luego de anunciar su rearme, sentenció: “Se da el gran acuerdo nacional o este será conquistado por el estallido de un pueblo en rebelión”. Y también hablo de grupos tácticos en las ciudades. Nada de lo que está pasando es fortuito; todo está milimétricamente planeado con un libreto ajustado para arrodillar al Gobierno y hacerlo claudicar. Por eso el presidente no debe caer en esa trampa inveterada. La izquierda, aplicando todas las formas de lucha y apoyada desde el exterior, conspira para llevar al primer mandatario al siguiente escenario: la renuncia o una constituyente, en la que se otorgue mayor presupuesto a la JEP, más curules para las Farc, el cumplimiento exegético de los acuerdos con la guerrilla, el reinicio de diálogos con todos los grupos armados ilegales, el acceso uso y redistribución de la tierra, la prohibición de las aspersiones aéreas con glifosato y los bombardeos aéreos, entre muchas otras solicitudes impresentables; todo ello para fortalecer a los enemigos históricos de la patria y a sus cómplices que, desde “la institucionalidad”, coadyuvan el hundimiento de la República, para refundarla.
Hay problemas sociales; de eso no cabe duda, pero esa circunstancia no faculta a nadie para subvertir los valores democráticos. Lo más absurdo es que aquellos que usan a los pobres como excusa para todo tipo de desmanes, terminan por perjudicar a quienes dicen defender. Cuando se quema un Transmilenio, por ejemplo, no se le causa un problema de transporte precisamente a un rico.
Para el caos y la anarquía, el mejor remedio es la mano dura. El ejercicio riguroso de la autoridad garantiza la salud de la República, y, por tanto, la supervivencia de la Patria. Con los enemigos de la democracia no se concilia; se les combate con la razón, la Ley y la fuerza legítima del Estado. Si no se actúa de esta manera, de seguro han de venir más protestas y desmanes.
La ñapa I: Que los amigos, simpatizantes, copartidarios y demás aves que admiran al comandante Aureliano no se llamen a engaños: lo que hace Petro, con sus declaraciones incendiarias, no es patriotismo ni defensa de los más pobres ni mucho menos de los derechos humanos, sino pura instigación al delito, conducta que, tristemente, quedará en la total impunidad porque para la justicia de este país “la izquierda se respeta”, como dirían los mamertos.
La ñapa II: Nada raro se me hace que el procurador Carrillo “procure” que el Gobierno y “las fuerzas sociales” se sienten a suscribir un “pacto social”. Da la impresión de que, desde ese órgano de control, se quiere poner de rodillas al presidente Duque, para que, haga lo de Piñera en Chile, que les dio todo a los allendistas y ahora quieren más. ¡Sea serio, señor Procurador!
La ñapa III: Que los medios tradicionales no vengan ahora a decir que solo cubren una noticia; a otro con ese cuento: a través de sus editoriales, entrevistas, reportajes sutiles, falsas noticias, videos editados y artículos de opinión han propiciado la ocurrencia de los aciagos acontecimientos de estos días. Su cuota de responsabilidad en el caos y la destrucción que amenazan la salud de la República es inconmensurable.
La ñapa IV: Ya está bueno de tanta tolerancia con la violencia que quiere dar al traste con el orden jurídico, derrocar al Gobierno e imponer la dictadura del proletariado, y que, ciertamente, es mucho más que vandalismo. Los medios ordinarios consagrados en la Constitución y la Ley son insuficientes para controlarla: presidente, le sugiero declarar el estado de excepción de que trata el artículo 213 de la Constitución Política, para hacerlo.
La ñapa V: La Fuerza Pública, dentro del marco del respeto de los derechos humanos y del ordenamiento jurídico, debe responder de otra forma los ataques y vejámenes de que ha sido víctima por parte de los violentos: ¡no más pasividad frente a la agresión brutal y sanguinaria de los violentos!
Publicado: noviembre 24 de 2019
Estoy totalmente de acuerdo con el Dr De La Espriella. Una cosa es ser conciliador y otra es ser permisivo con la Anarquía. Dialoguemos pero mo olvidemos hacer respetar nuestra Constitución. Se requiere mano firme y de manera contundente !!!
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