Finalizando la década de los 90 los grupos terroristas (Farc y Eln) dominaban el departamento de Santander; recuerdo que en el año 1997 la gente se sentía secuestrada en el área metropolitana de Bucaramanga, era una odisea salir de ella y no caer en los retenes ilegales instalados en la periferia de la ciudad por los grupos guerrilleros. Esa era la realidad que se vivía en Santander, una región que fue humillada en toda su expresión por la fuerza criminal, barbárica y anárquica que alcanzaron los grupos terroristas en Colombia.
Las Farc abusaron de la voluntad de dialogo del presidente Pastrana para consolidar su poder bélico y su expansión criminal en todo país lo que generó de inmediato la formación y crecimiento de grupos de autodefensa y paramilitares, quienes enfrentaron con la misma barbarie y criminalidad a los grupos guerrilleros.
En medio de esa tragedia nacional en las elecciones presidenciales del 2002 emerge la candidatura del exgobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, quien de manera contundente argumentativa y laboriosa se ganó la confianza de millones de colombianos abanderando los principios democráticos y políticos de orden y seguridad, consagrados en el programa de gobierno “Seguridad Democrática”. Fue tan contundente su triunfo electoral que ganó holgadamente en primera vuelta presidencial con el 54.51% de los votos. Ganó la esperanza.
El mandato de Álvaro Uribe se identificó por haber logrado la primera obra de gobierno intangible de la historia republicana, recuperar para los colombianos importancia de seguridad, orden y confianza en las instituciones democráticas, suficientes para un país que estaba a meses de caer en el acantilado. Recuperar la seguridad y la confianza permitió la reactivación en la inversión nacional lo que generó un estado de confianza en materia económica, generación de empleo y renacer de obras de infraestructura en todo el país, y Santander recupero su seguridad y esplendor económico.
El primer gobierno de Uribe alcanzó niveles de popularidad (inalcanzables por ahora) en todos los sectores de la sociedad colombiana lo que permitió por primera vez en la historia democrática de Colombia se estrenara reelección presidencial (2006) en la cual volvió a ganar en primera vuelta entorno a la coalición “Primero Colombia” con el 62.35% de los votos.
El poder político y electoral de Uribe permitió la elección de Juan Manuel Santos, quien fingió ser uribista triple AAA para posteriormente de manera pusilánime, desleal y cínica, traicionará a sus electores para alimentar odios de enemigos contra Uribe, quienes con el apoyo de magistrados inescrupulosos de la Corte Suprema de Justicia vienen orquestando procesos, alimentando testigos, y fabricando denuncias para someter a Uribe ante un tribunal que desde hace tiempo y por hechos probados perdió majestad, respeto, confianza y credibilidad.
Soy uribista, no fanático. Uribe no es infalible, ha cometido errores políticos y se equivocó en su gobierno en varios temas, pero esas equivocaciones no son razón para ubicarlo en el banquillo de los acusados, de los enjuiciados, de los señalados.
Lo que ocurre con Uribe y su llamado a indagatoria en el día de hoy es infamia histórica, un ajuste de cuentas de una cuadrilla de enemigos políticos de diferentes frentes – incluidos integrantes del aparato judicial- que alimentados por derrotas, odios y frustraciones destilan contra Uribe toda serie de infamias y calumnias para llegar al extremo de citarlo a indagatoria dentro de proceso judicial donde el denunciante pasó a denunciado.
Colombia tiene días oscuros y antidemocráticos, hoy es uno de ellos. Uribe debería estar hoy en el congreso, debatiendo, proponiendo, argumentando, haciendo política como siempre lo ha hecho, no en indagatoria, ante magistrados que deshonran lo más sagrado de la democracia, la justicia.
Estamos con usted presidente Uribe.
Publicado: octubre 8 de 2019
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