Ver cómo unos asesinos encapuchados quemaron la casa del Comandante de la Policía de Pereira con sus familiares adentro es un acto completamente repudiable e indignante que amerita toda la actuación de las autoridades.
¿De cuándo acá las protestas se convirtieron en la excusa perfecta para que los delincuentes hagan y deshagan sin que exista la más mínima consecuencia?
Esta situación, que pareciera ser un hecho aislado, se repite, con diferentes matices, en el resto del País, especialmente en Bogotá. El desbordado nivel de marchas y protestas que se han presentado en las últimas semanas, justo cuando se estaba discutiendo el Presupuesto del 2020 en el Congreso, no son otra cosa distinta a la materialización de una agenda política que instrumentaliza las problemáticas y necesidades de distintos sectores para buscar poner contra la pared al Gobierno.
Ahora bien, que un grupo social pretenda elevar sus reclamos sociales no tiene nada de malo. El derecho a la protesta es vital, de eso no queda la menor duda. De hecho, difícilmente se podría considerar la existencia de una democracia sólida sin que las personas tengan la posibilidad de expresar su inconformismo con el actuar institucional.
Sin embargo, una cosa es realizar una manifestación contra el actuar gubernamental de manera pacífica y controlada y otra completamente distinta es camuflarse en falsos pretextos para destruir las ciudades y atentar impunemente contra la autoridad.
Por ello, es hora de pasar de los discursos a la acción. Como sociedad podemos seguir quejándonos todo lo que queramos, pero la realidad es que si no se adoptan medidas concretas que permitan ponerle un tate quieto a los excesos en las manifestaciones, desafortunadamente, nada va a cambiar.
En este contexto, el Gobierno no solamente debería abrir el debate frente a un proyecto que regule los excesos de la protesta, sino que, paralelamente, se requiere un mayor ejercicio de autoridad tanto del nivel nacional como de los alcaldes y gobernadores para no permitir que se paralicen y destruyan las ciudades.
Además, ahora más que nunca es necesario respaldar a nuestra Policía Nacional y al Esmad. Es muy fácil salir a rasgarse las vestiduras criticando la actuación de los uniformados alegando supuestos excesos de fuerza, pero cuán necesario es para el mantenimiento del orden y la seguridad que la institución actúe con determinación frente a aquellos que se infiltran en las manifestaciones para atentar contra la ciudadanía.
El País requiere más patriotismo cívico, respetuoso de la autoridad, que fomente el debate y la controversia de ideas y menos violencia disfrazada de discursos sin fundamento que destrozan cualquier intento de cohesión social.
Total respaldo a la Policía. ¡Dios y Patria!
Publicado: octubre 18 de 2019