Un hecho crucial en la algarada que estamos sufriendo, es el sometimiento de los militares al cartel de Sinaloa y el desfachatado reconocimiento de AMLO que el narcotráfico se impone al Estado. No es de extrañar, pues la izquierda latinoamericana siempre ha utilizado el narcotráfico como parte de su arsenal revolucionario. Los omnipotentes carteles mexicanos se alimentan de la cocaína que producen Colombia, Perú y Bolivia y que se negocia en Ecuador. Allí, la narcofariana banda de Correa, apoyada por el madurismo y por Cuba, ejecutó una intentona de marca mayor: la Fuerza Pública ecuatoriana fue rey de burlas, el Presidente Moreno reculó y los complotistas se refugiaron en la Embajada de México, precisamente. En Chile, la mejor economía regional, carabineros y militares fueron vilipendiados, aunque también fueron aplaudidos y el vandalismo generalizado obligó al Presidente Piñera a retroceder. Hasta ahora, no se ha establecido actividad venezolana en la revuelta. En Colombia, la producción de cocaína sigue imparable, la policía soporta rutinariamente insultos y molotovs y la izquierda incentiva una revuelta mayor, con apoyo venezolano. Argentina y Perú están en calentamiento, “Ego” Morales se aferra al poder por cuarta vez, Cristina puja para llegar a la Vice presidencia y las farceln planean desde Venezuela algún golpe sonoro que fortalezca la moral narcormarxista del momento. Maduro y su pandilla celebran la turbulencia regional, fanfarronean y logran, cínicamente, su membrecía en la comisión de derechos humanos de la ONU.
El marxismo cultural continental arrastra a la violencia a jóvenes despojados de historia, interconectados pero desinformados, intoxicados con fake news, y saca ventaja de ineficientes y desuetos aparatos de inteligencia de Estado, fuerzas públicas operacionalmente debilitadas y gobiernos llenos de corrupción e impunidad.
La Habana sonríe, Caracas reclama la autoría, Estados Unidos babosea, China, Rusia, e Irán se frotan las manos, los gobiernos legítimos flaquean y nosotros acariciamos la decisión de siempre: huir.
Esta arremetida ha mostrado las capacidades actuales de las narcoizquierdas nacionales, pero también las ha desgastado hacia adentro y hacia afuera. Es ahora cuando los gobiernos democráticos, en alianza, deben remodelarse o correr el riesgo de que, ante su debilidad, muchas comunidades se armen en autodefensa y exploten confrontaciones civiles de resultados inesperados. Latinoamérica no es Europa. Entender los reclamos de sus colectividades, fortalecer legal y moralmente las fuerzas militares y de Policía y actualizar los sistemas de inteligencia, son algunas de las medidas necesarias y urgentes. O nos venezolanisamos.
NOTA: en la pasada columna señalé la fecha incorrecta de la baja de alias Raúl Reyes. Pido excusas. Lo que importa es el resultado.
Publicado: octubre 24 de 2019
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