Autoridades elegidas como alcaldes y gobernadores que no alcanzan a tener el 51% del total de electores, ejercen condicionados por los representantes de los partidos contrarios a su programa o con un respaldo mínimo de los cuerpos colegiados. Por lo tanto, los alcaldes y gobernadores lo mismo que los presidentes si no alcanzan a contar con esas mayorías por si mismos son autoridades legalmente elegidas, pero no son legítimas en el sentido democrático. Obviamente que éste no es el objeto de análisis de las últimas elecciones sino de varios períodos democráticos anteriores y actuales. Una democracia basada en una alianza de minorías que se convierten en mayorías por acuerdos de gobernanza queda expuesta a los vientos de la temperatura de los ciudadanos en el resto del tiempo de su mandato. Lo anterior para reconocer que el Centro Democrático ha perdido las elecciones del 27 de octubre pasado, cuantitativamente hablando porque la democracia ha devenido en un asunto aritmético y no cualitativo, o sea de partidos y dirigentes sin filosofía política, sin palpar la emoción popular y con simples y abundantes programas que no leen ni conocen la gran mayoría de sufragantes.
El centro democrático en cabeza de su líder, Álvaro Uribe Vélez, debe tener la responsabilidad ante la historia y ante su pueblo de ejercer la autocrítica, como una metodología de saneamiento y correcciones necesarias para su subsistencia política.
Corren tiempos huracanados en América latina pero no todos van en el mismo sentido. Estamos advertidos de lo que nos puede pasar con los mandatos del foro de Sao Paulo que activan la anarquía y el pseudo socialismo de los partidos de izquierda. Por lo tanto, la autoridad se debe ejercer con total fuerza y no esconder la policía en forma preventiva para apagar incendios de inmediata realización. Los servicios de inteligencia deben servir para que los gobernantes tengan información sobre las actividades violentas y no obligar a la policía a convertirse en el sparring en donde se enfrentan pueblo contra pueblo, mientras la burocracia protege su estabilidad y canonjías. En lo que ha ocurrido al Centro Democrático tiene una gran culpa el presidente Duque por estar desconectado del partido que lo eligió. Y peor aún si además, en vísperas electorales el ejecutivo presenta un documento que reactiva el debate sobre el aborto a sabiendas que la mayoría de la militancia es católica y cristiana y se resiste a este tipo de propuestas, no obstante que el CD comparten con los librepensadores que también son demócratas los aspectos que confluyen en un partido pluralista sin fanatismos religiosos.
Consecuencia de lo anterior es una alternativa de los simpatizantes y militantes del CD refugiarse en el voto en blanco que es la votación más alta que ha obtenido esta corriente crítica.
Las coaliciones en las cuales el CD participó como estrategia política lo llevaron a perder la identidad y diò a los demás partidos, movimientos y personalidades de fuera del partido la ilusión de que Uribe y el CD los arrastraría a la victoria. Descuidaron sus compromisos y esfuerzos de aportar al crecimiento de la masa electora. Perdida la identidad y soportando las rémoras de las coaliciones el CD se afecta por una niebla que oscurece sus principios y genera la incertidumbre y la falta de vocación de victoria.
Un ciudadano anónimo dijo «La sociedad nos enseña a creer en los verdaderos amigos y a desconfiar de tus enemigos. Lo que no nos explica es como distinguir entre los dos»
Jaime Jaramillo Panesso
Publicado: noviembre 1 de 2019