El país queda desconcertado y le da crédito a lo que tenía anunciado el Centro Democrático: que el Acuerdo Final con las Farc era una capitulación del presidente Santos y una esperanza fallida de paz. En primer lugar porque no ha dejado de existir una paz estable y duradera puesto que, los actores de la violencia llamada política no han dejado de actuar ambiguamente como en el caso del partido Farc. Y en segundo lugar porque los gobernantes actuales no han logrado desmontar el aparato clandestino estalinista y policiaco creado durante estos últimos 50 años con la intervención de los castristas cubanos.
La declaración de la reciente cúpula de las Farc de continuar con las armas en la mano y continuar con el presunto pensamiento de Tiro Fijo, fundador de esta organización, es producto de la inoperancia de la inteligencia militar y de los órganos de justicia colombianos. Esto nos demuestra que hay una coalición del gobierno venezolano encabezado por Nicolás Maduro y el gobierno cubano de continuar con su apoyo político y logístico a las guerrillas. Este panorama de orden internacional se complementa con el escenario de reanudación desde la violencia. Así que “La guerra” tiene un renacimiento que proviene de las Farc, como siempre, y no de la comunidad y el estado.
Es más que sospechoso en la “nueva” comandancia fariana que coincida con la asamblea de las Farc partido político quien ha declarado que cambiará su nombre, Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, por otro que no las estigmatice, como una información privilegiada por los seguidores de Timochenko. Así que el gobierno está en la obligación de desmontar esta confusión, comprometiendo a las Farc partido político con la democracia y en régimen legal, compromiso que está ligado a su supervivencia, llamando a filas a Don Rodrigo Londoño, a Pastor Alape, al senador Lozada y en general a sus senadores y representantes gratuitos, a combatir políticamente en la tarea de someter a sus expupilos o ser enjuiciados por complicidad y traición a la patria. Mientras esto sucede, el presidente Iván Duque y el conjunto de sus fuerzas militares deben destruir este nuevo brote de organización ilegal de alias Iván Márquez, Santrich, Romaña, El Paisa, y demás facinerosos.
El pueblo colombiano debe saber que solo con la actuación enérgica de la autoridad puede reducir a los antisociales, no obstante busque mediadores nacionales o diplomáticos internacionales, el sometimiento pacifico con acuerdos mínimos basados en el DIH. Pero también debe respaldar sin vacilaciones un posible acuerdo que no viole las instituciones y la Constitución Nacional, que no entregue privilegios a los derrotados en el campo militar y político, y recupere el respeto y la dignidad de la nación. Sin embargo nos preguntamos: “¿Está nuestro ejército y fuerzas policiales en capacidad de protegernos de todos los enemigos violentos que quieren dinamitar la democracia colombiana?”, “¿Estamos los colombianos dispuestos a darnos la pela de reconstruir un proceso de paz similar a los realizados con el M19, con EPL y otras organizaciones ilegales y armadas?”. Finalmente ¿Tiene el presidente Duque la determinación de no jugar a la ambivalencia tecnodemocrática, o ser el ejecutante de una democracia plena que defienda la libertad y la convivencia?
Jaime Jaramillo Panesso
Publicado: septiembre 3 de 2019
Ave María …! Si si Iván duque es un inútil y un cobarde…Él no es capaz de enfrentar a estos bandidos. Además, los instrumentos que había para enfrentar la droga , ya los desmontaron…