La gente debe estar alienada cuando celebra enceguecidas promesas imposibles de cumplir de sus candidatos por irreales o por estar fuera de su competencia.
A la gente, en su mayoría, le importa poco lo que proponen los candidatos en campaña electoral para gobernar departamentos y municipios, porqué sigue importando más el poder del dinero, la compraventa del voto, la promesa del contrato o del puesto. La sociedad sigue metida de cabeza en la politiquería más asquienta, al igual que los partidos políticos que deberían hacer intentos por decantar el lodazal junto a los medios de comunicación que en medio de su militancia e intereses olvidan lo fundamental, su misión social y formadora, y que decir de las instituciones de control encargadas de preservar la decencia y legalidad del sistema electoral que terminó siendo la madre de todos los males.
Tenemos candidatos buenos, los he escuchado, leído, los tenemos, son fáciles de encontrar. Una característica de un candidato bueno, honorable, decente, responsable es que no promete cosas por prometer, respeta la capacidad de discernir del ciudadano, su inteligencia, no duda de su capacidad de razonar.
Candidato que no promete pirámides, obras faraónicas, metros donde no existe ni sistemas integrados de trasporte masivo, ni habla estupideces ni locuras, o aquellos que deja claridad que existen temas y problemas que no puede solucionar por estar fuera de su competencia legal es buen indicador de que todo no está perdido, que es posible en medio de este manicomio hediondo en el que se convirtió la política electoral, tener candidatos que respetan lo público, la política y al elector. Es posible no ser gobernados por esa cáfila de rufianes que terminaron en gobernaciones y alcaldías, ocupando cargos donde se decide el destino y el bienestar de miles de ciudadanos.
También es positivo ver candidatos contrariando para bien a esa masa de opinión que impuso la izquierda como mandato divino y que convirtió rumores en verdades jurídicas, científicas, técnicas o historias, como ocurre con la extracción no convencional de petróleo y gas. La gente debería mandar para el fin del mundo a los candidatos que prometen la no implementación del fracking por mentirosos e ignorantes.
Los gobernadores y alcaldes no pueden disponer ni tienen injerencia en los temas que involucre el subsuelo. Este principio está recogido por nuestra Constitución en su Artículo 332, que dice así: “El Estado es propietario del subsuelo y de los recursos naturales no renovables, sin perjuicio de los derechos adquiridos y perfeccionados con arreglo a las leyes preexistentes”. La misma Corte Constitucional en sentencia dio por terminado la anarquía en la que habían convertido las famosas consultas populares para aprobar o rechazar proyectos minero-energéticos en los municipios de Colombia.
Está bien que gobernadores y alcaldes tengan identidad ideológica y expresen su vocación ambiental en época electoral, lo que esta mal, por irresponsables, populistas y despistados, es prometer lo que no pueden cumplir: esos mismos candidatos son los que el año entrante, si ganan, estarán feriando los recursos de regalías provenientes de las actividades que rechazan en época electoral, pero que exprimen y dilapidan sin compasión cuando son gobernantes.
Le haría bien a la sociedad, a la política, a la decencia, a la sana política, exigirles a los candidatos mayor rigurosidad, seriedad y cordura al momento de prometer y conquistar votos.
Publicado: septiembre 17 de 2019
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