Llama poderosamente la atención que en un mundo donde todos estamos más conectados y la información es más fácil de conseguir, las personas caigan seducidos ante cantos de sirena de utopías sociales que profundizan sus raíces en la mente de los incautos.
A mi manera de entender, lo anterior ocurre como consecuencia de nuestro deseo de satisfacer necesidades de manera inmediata, muchas veces sin detenernos a pensar con exactitud la hoja de ruta que como sociedad queremos trazar. Un Estado prospera o fracasa, en tanto la suma de los esfuerzos individuales contribuyan a forjar un acuerdo sobre lo fundamental y existan esfuerzos colectivos congruentes para alcanzar la seguridad, el desarrollo y el bienestar común. Debe aclararse, sin embargo, que ese deseo no debe ser improbable o imposible, ni estar sesgado por una visión asistencialista del Estado, de lo contrario, estaría condenando a las instituciones a repetir los errores del pasado.
Las utopías sociales sirven hoy en día de combustible para el caos. Alimentan masas que sucumben a su sensual mensaje, sin precisar que de ser aplicados esos modelos fracasados en el exterior, seríamos testigos en nuestro país, del desplome social y las garantías democráticas. Son aun una minoría, pero generan un ruido peligroso quienes azuzadas por políticos sin escrúpulos, buscan implantar en Colombia modelos ampliamente contrastados como inconvenientes como lo son el socialismo y el comunismo . Estas propuestas radicales, siempre buscan llenarnos de subsidios y corromper los ideales de la libertad que han inspirado a Colombia desde su creación.
Quienes hoy pretenden que la igualdad sea tanto formal como material, desconocen la importancia de la competencia y de la capacidad aspiracional que engrandece el desarrollo de un país, promueve la innovación social y económica, y en general, permite nuestro crecimiento y progreso como sociedad.
Pensarse en utopías sociales no sirve sino para alimentar de inconformismo a ciertos sectores de la sociedad. Este malestar provocado, es capitalizado en las urnas por políticos de izquierda, quienes al llegar al poder, han demostrado históricamente su incapacidad para ejecutar sus ideales de igualdad y bienestar como prometieron, y terminan condenando a pueblos enteros a hambrunas, atrasos tecnológicos y pérdidas de sus libertades individuales.
Sin ánimo de pontificar, estoy convencido de que nuestro devenir debe estar enmarcado en una idea de capitalismo responsable, una evolución del sistema económico donde la empresa privada sea vista no como un simple empleador, sino como la casa común de la que hemos venido hablando, donde el Estado, los accionistas, los proveedores, los colaboradores, el medio ambiente y el entorno social encuentren un espacio propicio para crecer económicamente, sin abandonar el componente social que debe acompañar toda actividad humana.
Debemos Pararle-Bolas a esos peligrosos cantos de sirena y utopías sociales que muy hábilmente nos quieren vender. Su implementación no solo hace que peligre nuestra sociedad, sino que se tornan en imposibles absolutos una vez se intentan aplicar en la realidad, pues causan dolor y sufrimiento masivo. Si bien todos los sistemas económicos traen sus ventajas y desventajas, implementar un capitalismo responsable nos permitirá avanzar y cumplir con los ideales del Estado social de derecho.
Publicado: septiembre 30 de 2019
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