Como aprendiz del comportamiento humano y sus bases neurobiológicas veo con preocupación la propensión cultural de estigmatizar y deshonrar a ciertas tendencias, costumbres o hechos de la vida diaria. Ni hablar de las personas y su dignidad. En forma liviana buscan quitarles bondades o propiedades y reemplazarlos por especulaciones diabólicas que cuando se miran con rigurosidad académica no tienen mayor fundamento científico. Es la crucifixión irreflexiva; tiene la propiedad de ser contagiosa a través de redes sociales y las autopistas virtuales. La velocidad de la comunicación de los medios digitales, sin freno racional.
Satanizamos sin piso y con desinformación, devaluamos o deformamos los beneficios de los hechos. Los definimos y clasificamos como malos o demoniacos e intentamos borrarlos de nuestra rutina. Un ejemplo claro es la dogmatizacion en la nutrición y el estribillo “no comer carne” es uno de ellos. ¿Hasta qué punto esta afirmación tiene fundamento?
El ejercicio de búsqueda de la evidencia de los hechos (Medicina Basada en la Evidencia, MBE) me llevó a consultar con un grupo de expertos en el tema. La certeza de vincular la carne con el cáncer del tracto digestivo, especialmente colorrectal, es muy débil. No recomiendan expulsarla de la dieta pues la proteína de origen animal es fuente de nutrientes que el organismo necesita para mantener su homeostasis.
Uno de estos expertos me sugirió una excelente revisión, (Gata V 2017) donde en forma rigurosa la autora hace una recopilación de la evidencia y cuestiona con fundamento la asociación entres carnes rojas y procesadas con el cáncer colorrectal (CCR). Preguntas pertinentes debemos hacer: los métodos de cocción, el tiempo y el grado de cocinado. Por ejemplo, cocinar a altas temperaturas y por tiempo prolongado genera compuestos mutágenos cancerígenos como las aminas heterocíclicas o los hidrocarburos aromáticos policíclicos que pueden ser los detonantes o iniciadores de una enfermedad neoplásica. No es confundir con el nombre de estos compuestos raros y que se olvidan al instante. El propósito de su referencia, mas bien, introducir estos interrogantes para desmitificar el concepto ligero y no fundado que la carne es la responsable directa del cáncer digestivo (CCR). Preguntar y preguntar, método para encontrar la verdad.
Uno de los factores de riesgo para desarrollar cáncer es el envejecimiento; superar la barrera de los 80 años, por ejemplo. Dicen los biólogos que después de esta edad la posibilidad es muy fuerte, su causa es la mezcla de componentes ambientales y distorsiones en la reproducción y reparación celular derivados de marcadores genéticos predeterminados. Qué hacer para disminuir su incidencia, todos deseamos y anhelamos ver crecer nuestros nietos. Simple, ¡prevención! Entre estos: adecuada nutrición, dieta variada y balanceada, hábitos alimenticios equilibrados. Qué tal si satanizamos la vejez y todas las políticas de salud afines que buscan prolongar con dignidad la vida de nuestra población y las suspendiéramos porque la edad es un factor de riesgo para desarrollar cáncer y no vale la pena invertir recursos por esa tendencia. ¡Absoluta conducta inconsistente!
Buscar evidencias en los múltiples estudios fue el siguiente paso y entre estos señalo sin sesgos el de Neumann (Kenia, en población rural de África). Se comparó el desarrollo psicomotor de niños alimentados con el platillo típico sin proteína animal y tres grupos complementados con carne, leche o aceite. Los niños que consumieron carne crecieron más activos y su rendimiento escolar fue superior. La proteína de origen animal es fundamental en el desarrollo psicomotor de nuestros escolares.
Es fundamental conocer con precisión e interpretación la publicación del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (organismo adscrito a la OMS) con relación a la carne y cáncer digestivo (CCR). Diferencia entre carne roja y carne procesada (transformada ésta a través de salazón, curado, fermentación: salchichas, carne en lata). La carne roja la clasificó dentro del Grupo 2A (probablemente cancerígena) que significa evidencia limitada y no se pueden descartas otros elementos en su origen (en este grupo están incluidos: trabajo de noche, trabajo de peluquero, freír altas temperaturas) Las carnes procesadas fueron clasificadas dentro del Grupo I que indica pruebas convincente entre la asociación de cáncer y consumo de carnes procesadas.
Sabemos que el cáncer es un problema de salud pública; causa cerca de 9 millones defunciones en todo el mundo. Se han identificados agentes cancerígenos muy claros y su incidencia: 1 millón de muertes por cáncer al año en todo el mundo atribuibles al consumo de tabaco, las 600.000 por año debido al consumo de alcohol, y más de 200.000 muertes anuales vinculadas con la contaminación del aire. Se calcula que elevado consumo de carnes procesadas alcanzarían 34.000 muertes anuales.
No satanizar el consumo de carne en la dieta es la recomendación. Es fuente esencial de nutrientes y se debe insistir en lo variado de los hábitos alimenticios para el ser humano. Los factores de riesgos son aquellos que aumenta la probabilidad de desarrollar cáncer y su fuerza en la evidencia debe cuantificarse antes de aseveraciones ligeras.
El sol por ejemplo, es indispensable para la vida (fuente vitamina D). Facilita la absorción de calcio, huesos fuertes y mejoría en la respuesta inmunológica. Su exposición prolongada y sin protección induce cáncer de piel, manchas y cataratas. (Radiaciones ultravioletas, melanomas y 65.000 muertes asociadas. OMS). No imagino una existencia en penumbras.
Nos hace falta más estudio, investigación, registro de enfermedades y causas de defunción. Concluyo citando el informe de prensa de la OMS (junio 2,2018): “no se pide a la población que deje de comer carnes procesadas, sino que se indica que la reducción del consumo de estos productos puede disminuir el riesgo de cáncer colorrectal”. Por otra parte, la verdad médica sustentada en la evidencia es que la asociación entre carne roja y cáncer digestivo es débil. Las proteínas de origen animal son esenciales en el desarrollo cerebral y hacen parte fundamental de una dieta integral, armónica y equilibrada.
Publicado: septiembre 6 de 2019
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