Antioquia, concretamente Medellín, es la “meca” del uribismo. Esa ciudad ha observado, a lo largo de los años, una inquebrantable disciplina política alrededor de las ideas del presidente Uribe.
Para citar un ejemplo reciente, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del año pasado, Iván Duque, candidato uribista, obtuvo el 72.15% de los votos, mientras que el chavista Gustavo Petro, alcanzó únicamente el 21.69%.
El presidente Uribe, en su condición de candidato al Senado, sacó en 2018 una demoledora votación en la capital antioqueña: 116.401 votos.
Con ocasión del plebiscito que fue convocado en 2016 para efectos de que el pueblo decidiera si acogía o no el acuerdo celebrado entre Santos y la banda terrorista Farc, el NO, opción liderada por el presidente Uribe, se impuso en Medellín con el 62.97%.
De cara a las elecciones de octubre, el Centro Democrático avaló a quien es, de lejos, una de las figuras más importantes de la ciudad: Alfredo Ramos Maya, un joven dirigente con gran arraigo, conocimiento y planteamientos serios para consolidar el progreso en la capital antioqueña.
Desde el comienzo de la campaña, Ramos ha punteado en todas las encuestas que miden la intención de voto. Detrás de él, se encuentra un sujeto gris: Daniel Quintero Calle.
Quintero, que se desempeñó como viceministro de las TIC en el gobierno corrupto de Juan Manuel Santos, se ha paseado por todas las tendencias políticas posibles, hasta aterrizar plácidamente en el petrismo.
Sus primeros pasos los dio como líder de un grupo de revoltoso que se presentaban como el “partido del tomate”, un movimiento que se definía como “independiente”, pero que en la práctica funcionó como una estructura de izquierda embozada y vergonzante.
Desde el comienzo de su carrera, Quintero ha intentado mimetizar su verdadera filiación ideológica con la izquierda radical, al exhibirse como un hombre independiente y de centro.
Valga recordar que tan pronto Humberto De La Calle anunció que sería candidato presidencial, Quintero resolvió renunciar a su cargo de viceministro de Santos para sumarse a la campaña del arquitecto del nefasto acuerdo con la banda terrorista Farc.
En 2016, el electorado mayoritariamente se opuso “al mejor acuerdo posible” estructurado por De La Calle y en 2018 -en la primera vuelta presidencial-, el castigo en las urnas fue implacable: menos de 400 mil personas -el 2% del total de electores- votaron por De La Calle, el candidato apoyado por Daniel Quintero.
Fiel a su ideología izquierdista, el hoy candidato a la alcaldía de Medellín, no dudó un instante en anunciar su respaldo al chavista Gustavo Petro en la segunda vuelta de 2018. Sus mensajes a favor del acuerdo de impunidad otorgado a la banda terrorista Farc resultaban impresionantemente irritantes a los electores antioqueños, esos mismos que nunca han estado de acuerdo con que los cabecillas de la banda terrorista Farc no respondan por las atrocidades que han cometido.
La pujante Medellín, ciudad que es un ejemplo para Colombia, no puede correr riesgos. Aunque es estadísticamente improbable, un eventual triunfo de Quintero Calle, significará la introducción de la capital antioqueña en el hueco oscuro de la extrema izquierda, esa misma ideología que lanzó a Bogotá hacia el abismo del que aún no ha podido salir.
Publicado: septiembre 18 de 2019
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