Dejan a su país inmerso en una tragedia económica de proporciones mayores: con cifras negativas, una deuda creciente y las finanzas futuras comprometidas. Haciendo gala de su cinismo y delante de potentes flashes sobre su rostro, se van sonriendo, festejando su generosa cuenta bancaria personal, meticulosamente abierta en algún paraíso fiscal, creado y diseñado para acoger dineros sin preguntar por su origen.
Aunque no son ingenieros mecánicos, dejan aceitadas las máquinas del poder con las cuales han desfalcado a sus naciones. Habitualmente, sus sucesores deben tomar decisiones de choque para encarrilar las realidades nacionales de la mejor manera posible.
Dicen que los países que asumen su destino con seriedad, suspenden los recreos indefectiblemente… ¡Qué le vamos a hacer: En América Latina no hay países serios!
Por eso, cuando los bandidos del poder son derrotados, el plan de retoma empieza cuando ni siquiera ha pasado un mes desde que abandonan sus palacios.
La estrategia de regreso es un esfuerzo colectivo, donde los sátrapas harán todo lo posible para minar los caminos de sus enemigos políticos, quienes los han sucedido en el mando del país, derrotándolos de puro milagro en las urnas.
Sin duda, los hampones de la cosa pública, son expertos en tirar la piedra y esconder la mano. “Se tapan con la misma cobija”, repiten los mayores.
Esos tipos no se vienen con chiquitas, por eso, se valen de las cortes y los estamentos donde la Justicia se decide para atornillarse en los sillones presidenciales, a través de interpuesta persona, per secula seculorum.
No se detienen en la manipulación de amigotes que fungen de magistrados, abogados de bolsillo, normalmente populistas, desordenados, apasionados, incultos y poco racionales. Con frialdad, la Ley se adapta a los caprichos de ellos. Todo es dinero y si hay que comprar a alguien, siempre hay suficiente: “Te pago, te callas y todos felices”.
Así trabajan estos bandidos, así regresan al poder. Los pueblos latinoamericanos no conocen su historia, se conforman con su coyuntura. Por eso, son responsables de su presente y hacedores de su desgraciado futuro. Porque no les importa lo que ocurre a su alrededor ni lo que hacen con sus impuestos. Tenemos gente sonriente, pero no tenemos ciudadanos. (¡No llores por mí, Argentina!, ¡abre los ojos y reacciona, Colombia!).
Los señores del poder crean órganos que se pueden llamar JEP o comisión de la verdad (¿Cuál verdad? ¿Las mentiras de ellos?).
Por su parte, la gente del común repite aleccionada las sandeces que la prensa comprada publica en los diarios y en los noticieros; y para colmo, haciendo gala de su ignorancia, respeta a estos órganos que impulsan la impunidad y perdonan a los peores delincuentes.
Tristemente, en el fondo del corazón de miles de “líderes” latinoamericanos existe un sentimiento que podemos verbalizar de la siguiente manera: ¡Vamos, Foro de Sao Paulo, continúa arrasando con el continente!
Con todo respeto: ¿Por qué no hay corte de cuentas cuando un nuevo gobierno recibe el poder de manos de sátrapas como los Kirchner, queridos hermanos?
Esto es tirando la piedra y escondiendo la mano…
Mientras tanto, dice el Nobel de Odebrecht: “Que Duque deje en paz a la paz”.
Publicado: agosto 14 de 2019
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