Estoy convencida que para entender las razones por las cuales están acusando a Álvaro Uribe Vélez ante la Corte Suprema de Justicia tocaría hacer de lado todas las nociones que tenemos del derecho y de paso las prácticas éticas. El presidente Uribe es la piedra en el zapato de aquellos que quieren replicar el modelo venezolano en nuestro país y sus enemigos se convencieron que mejor que acabar con su vida física y convertirlo en un mártir, tratarían de asesinar su reputación y meterlo preso.
El periodista Daniel Coronell, contradictor declarado del ex presidente, al que le escuché decir con mis propios oídos en la Universidad del Norte que lleva años escribiendo un mismo artículo haciendo alusión a su obsesión con Uribe, utilizó un audio de una interceptación a todas luces ilegal pero declarada legal por la Corte Suprema de Justicia para “denunciar” que se le había solicitado al ex fiscal Néstor Humberto Martínez quemar unas pruebas. El artículo llamado Quemen Eso se basó en un audio cuyo contenido fue transcrito mal por un agente del CTI que cambió la palabra evitar por solicitar que “quemen eso o lo destruyan”. Esa sola palabra le cambió el sentido a todo lo dicho durante esa conversación pero más importante aun, le puso la luz a las faltas de garantías que tiene Álvaro Uribe Vélez dentro de los procesos a los que se le vinculan por manipulación de testigos.
Para nadie es secreto que en Colombia se ha creado un cartel de falsos testigos dispuestos a enlodar la reputación de otros a cambio de beneficios jurídicos y económicos. Víctimas como el Almirante Gabriel Arango Bacci han tenido que ser sometidos al penoso martirio de tener que defenderse de burdos montajes durante años. Esos que no han sido capaces de combatir a Álvaro Uribe Vélez con ideas políticas pretenden recurrir al mismo mecanismo para sacarlo del camino.
A Uribe lo tienen vinculado a dos procesos. En el 2012 este denunció a Iván Cepeda, senador de izquierda muy cercano a las Farc y reconocido enemigo del ex presidente, de pretender manipular testigos para que declararan en su contra a cambio de beneficios y dinero obtenido a través de una ONG. Uribe se enteró de esto por un abogado que le comentó que dos presos le habían dicho que les habían ofrecido beneficios para que lo acusaran. El ex presidente procedió como lo haría cualquier persona con sentido común y profundo respeto por la legalidad: envió a unos investigadores debidamente registrados para que recogieran las declaraciones de esos presos. En el 2018 (en pleno proceso electoral) la Corte produjo un auto donde le concedió un inhibitorio a Iván Cepeda y le abrió investigación a Uribe por manipulación de testigos. Se los explico mejor, Uribe encontró pruebas de que Cepeda estaba ofreciendo beneficios a delincuentes para que declaran contra Uribe y cuando Uribe le presentó esas pruebas a la Corte, sacaron a Cepeda del lío y metieron a Uribe.
En el otro proceso, que en realidad es el mismo ya que deberían estar acumulados, a Uribe le sucedió lo que no le sucede a nadie en Colombia. El CTI lo interceptó durante un mes aproximadamente sin que mediara una orden judicial. A saber, según nuestras leyes si a usted lo interceptan sin previa orden judicial esa interceptación es declarada ilegal. Pero en el fantástico mundo del todo vale mientras acabemos con Uribe, la Corte Suprema de Justicia declaró que esos audios se consideraban un “hallazgo imprevisto”, bautismo que le confirió la calidad de legal a lo ilegal. Uribe ha repetido innumerables veces que no le teme a los audios que se recogieron porque ahí no hay una sola palabra que se pudiese interpretar como un delito.
Para lo que si han servido esos audios es para filtrárselos a periodistas cuyo oficio principal es calumniar. Llegaron hasta el punto de filtrar un audio en el que el ex presidente parecía agitado hablando con su abogado. Si estaba agitado porque estaba haciendo ejercicio o estaba afectado por la conversación es irrelevante porque el mensaje que querían enviar era que Uribe estaba “cagado” como dijeron en Caracol Radio. Las infamias que ha sufrido a raíz de la constante violación de sus derechos incluyendo el del debido proceso, que por cierto es un derecho fundamental, no tienen nombre. A Daniel Coronell, su eterno contradictor, le tenemos que agradecer el haberle demostrado al país que a Álvaro Uribe Vélez le están violando sus derechos fundamentales. Gracias Coronell.
Publicado: agosto 16 de 2019
4
0.5
5