Hace muchos años, conocí al presidente Uribe y si algo me ha cautivado de su personalidad es la transparencia con la que actúa. Todo lo que él dice o hace en privado, es fácilmente repetible en público.
Normalmente, los líderes de la talla de Uribe necesitan intérpretes de sus ideas y propuestas. Su caso es bien distinto: todos los ciudadanos, desde el más encumbrado hasta el más sencillo, entienden su mensaje, sus planteamientos y proyectos políticos.
La ciudadanía ha reconocido en el presidente Uribe a un líder sin igual. Desde 2002, cuando fue elegido por primera vez a la Presidencia de la República, se ha consolidado como el dirigente con mayor afecto y respaldo popular. Han pasado 17 años, y él continúa siendo el referente de la política colombiana.
Aquellos que no han podido derrotarlo en la arena electoral, cayeron en la tentación de atajarlo a través de la instrumentalización de la justicia en la que se halla, desafortunadamente, un sector supremamente politizado.
A raíz de la columna que publicó esta semana el periodista Daniel Coronell, los colombianos pudimos confirmar de primera mano, la mala fe y la sevicia con la que se ha intentado recrear una falsa percepción de la persona de Álvaro Uribe, por parte de sus detractores políticos, entre los que, por supuesto, se encuentra ese comunicador que ejerce como columnista de la Revista Semana.
De cara a esa evidencia, debemos preguntarnos ¿cuántas manipulaciones y alteraciones se han hecho desde sectores judiciales y políticos para montar pruebas falsas contra el jefe natural del Centro Democrático? Estoy totalmente convencida de que no hay una sola evidencia que sirva para demostrar mal comportamiento por parte del presidente Uribe. Y las que hay, como la adulteración de la interceptación telefónica sobre la que Coronell construyó su reciente columna, son falsas, como todos los colombianos pudimos observar.
Por naturaleza, no soy pesimista y tengo como norma de vida evitar las generalizaciones. Sé que en la justicia son más las personas honorables que ejercen con decoro sus respectivas funciones, que los corruptos que utilizan el poder que ostentan para adelantar persecuciones de tipo político.
En consecuencia, y de cara a lo que hemos visto en las últimas horas, como uribista, pero sobre todo, como ciudadana, espero que la sala de instrucción de la corte suprema le ponga fin a la farsa de investigación que hace largos meses empezó el ex magistrado Barcelo en contra del expresidente Uribe Vélez.
Invito nuevamente a los contradictores políticos del uribismo y, concretamente a los enemigos de Álvaro Uribe, a que ejerzan su oposición con lealtad y un mínimo de decoro. Vivimos en democracia, razón por la que es perfectamente legítimo que haya personas que no compartan sus ideas ni las propuestas de su partido. Pero aquello no faculta ni justifica la planificación y ejecución de montajes absurdos como este, que no es el único, que impulsó Barcelo y que con tanto entusiasmo ha difundido Coronell en sus columnas de opinión.
Una vez más, toda mi solidaridad hacia el presidente Álvaro Uribe, hombre probo, transparente y decente, a quien Colombia le debe mucho. Y esa gratitud se ha visto generosamente expresada en las elecciones, cuando las mayorías ciudadanas han votado por él, por sus candidatos y por su partido, nuestro partido, el Centro Democrático.
Publicado: agosto 12 de 2019
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