No hay una institución que los colombianos quieran tanto como es el Ejército Nacional. Todos tenemos un amigo, un conocido o un familiar que hace, o ha hecho parte de las Fuerzas Militares. En muchos hogares del país se tiene exhibida en la pared, o en algún preciado álbum, la imagen del padre, de un hermano o hijo que prestó su Servicio Militar a la Patria, o aún hace parte de las instituciones castrenses.
No todos están en casa, algunos cayeron muertos en combate o fueron desaparecidos. Otros están, pero quedaron marcados, todavía padecen enfermedades mentales producto de sangrientas tomas guerrilleras a poblaciones, o porque vivieron el horror del cautiverio en los campos de concentración, o sufrieron lesiones que los dejaron con algún tipo de discapacidad irreversible. Pero indudablemente para su familia y para el País, ellos serán siempre nuestros héroes, nuestro mayor orgullo.
Durante más de 200 años de historia republicana, el Ejército de Colombia ha jugado un papel decisivo en el mantenimiento del orden y las libertades de los ciudadanos. Nunca como como ahora hubo un manto tan oscuro como el que hoy pretende tapar de un tajo la grandeza de una institución que cuenta con cerca de 200 mil miembros, hombres y mujeres, que han decidido portar con orgullo el uniforme, sacrificando el tiempo con sus familias para cumplir con su deber.
Es innegable que en todos los ejércitos del mundo hay manzanas podridas, y esto en nuestro caso, le ha causado un daño enorme no solo a la imagen, sino también a la moral de las tropas, no cabe duda que hay orquestado todo un plan sistemático para poner en entredicho a nuestras Fuerzas Militares, minando de paso su capacidad y determinación en el cumplimiento del deber.
Desde el momento en que el presidente Iván Duque asumió funciones hace un año, la desbandada de ataques contra el Ejército son casi diarias, y son viscerales y sistemáticas, y hay que decir que en este proceso algunos medios de comunicación han caído en la trampa de hacer eco a los ataques, llegando al punto de poner al mismo nivel a un General de la República, que ha dedicado toda su vida a servir a la Patria, con un terrorista que durante años traficó drogas, reclutó y violó a niños, torturó, secuestró, asesinó y desapareció colombianos.
Varios de los generales que se opusieron al errático proceso de paz con las Farc, fueron luego sacados a patadas de las Fuerzas Militares. En tanto que quienes apoyaron este circo, fueron ascendidos y varios de ellos son justamente quienes han puesto en entredicho el honor del Ejército. La propia Fiscalía sabe que los hechos por los que se investiga al General Jorge Romero, fueron cometidos entre 2015 y 2017, bajo el gobierno de Juan Manuel Santos.
Las denuncias publicadas por medios internacionales y replicadas, y hasta magnificadas por medios locales, tratan de vender en el imaginario colectivo idea que «volvieron los falsos positivos», algo por demás absurdo, y que reitero, lo que pretende es minar la moral y capacidad del Ejército para combatir el crimen, justo ahora cuando la alianza con carteles mexicanos fortalece al brazo armado de las Farc y el ELN, quienes ostentan y disputan a sangre y fuego con otros actores el control del narcotráfico, resurgen bandas criminales que están encaminadas a desestabilizar el orden a lo largo y ancho de la geografía nacional.
Lo triste, es que pese a que el gobierno del presidente Iván Duque ha salido a dar la cara desde el primer momento, y aun cuando el mismo General Martínez ha precisado los verdaderos alcances en la política operativa del Ejército, el mal ya está hecho. Se ha jugado peligrosamente a nivel nacional e internacional con la reputación del Ejército Nacional.
No más daños colaterales. Debe haber diligencia en las investigaciones para establecer la verdad y en esto los medios de comunicación deben ser muy asertivos, sin ocultar nada, pero además basados en la dimensión objetiva de los hechos.
Si hay «ovejas negras», pues que les caiga todo el peso de la ley, pero no podemos permitir que unas cuantas manzanas podridas, se le siga haciendo daño al honor de una institución que como el Ejército Nacional, representa la confianza, respaldo y respeto del pueblo colombiano hacia sus instituciones.
Publicado: agosto 29 de 2019
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