Trump no tiene la culpa de las tragedias y los dramas de millones de latinoamericanos que han tenido que poner en riesgo sus vidas, o perderlas, porque no han encontrado en sus países la respuesta necesaria para sacar adelante sus proyectos de vida, teniendo que asumir retos que sobrepasan las posibilidades humanas. No, la culpa la tiene una clase dirigente corrupta que no sirve para nada, esa que se roba hasta el último centavo de los presupuestos oficiales de las repúblicas bananeras de Latinoamérica.
Trump no tiene la culpa de querer frenar la trata de blancas, el narcotráfico y el contrabando que se han disparado en la frontera con México. No, la culpa la tienen, entre otros, quienes se oponen a medidas efectivas para salvar la vida de millones de personas que pueden caer, o han caído, en las garras de mafias abyectas y asesinas, vinculadas con carteles de la droga bien organizados y dispuestos a hacer lo que sea para incrementar sus operaciones en territorio americano.
Trump no tiene la culpa de permitir que su país pueda darse cuenta de la farsa de Obama y sus demócratas, cercanos a ideas socialistas que en nada se identifican con el espíritu norteamericano clásico. En cambio, eso sí, Trump es el legítimo arquitecto del mayor crecimiento económico y social de los Estados Unidos en los últimos 30 años.
Trump no tiene la culpa de los malos resultados de la OTAN, institución que se ha convertido en un club social pro-antivalores, cada vez más inútil para los intereses de los Estados Unidos. No, la culpa la tienen los líderes europeos que no han hecho nada distinto a abandonar los principios greco-romanos y judeo-cristianos que le han dado vida a Occidente.
Trump no tiene la culpa de suprimir el apoyo económico a causas minoritarias que en nada benefician a las mayorías dentro de la democracia estadounidense. La culpa la tienen quienes se apropiaron indebidamente de recursos estatales gringos para organizar desfiles fastuosos y aquelarres sin límites, en lugar de pensar en inversiones más oportunas, como por ejemplo, la defensa de la vida de los no nacidos, la investigación científica para erradicar enfermedades como el Alzheimer o el cáncer, o el impulso a las pequeñas y medianas empresas gringas, motor de la economía de ese gran país. Es tiempo de carácter, no de pataletas y lloriqueos estridentes.
Trump no tiene la culpa de pedir en extradición a narcotraficantes colombianos, hoy sentados en el Congreso de un país que se ha convertido en guarida de mafias deleznables, a pesar del valor de millones de sus ciudadanos, quienes nos oponemos a los mandatos de poderes oscuros y supranacionales que quieren embarcarnos en una revolución de babas y de sangre. La culpa la tienen los narcotraficantes comunistas colombianos y sus socios políticos, quienes no quieren pagar por sus delitos o le quieren sacar el cuerpo a la Ley, modificándola a su antojo. Calma: de todos modos, estos bandidos terminarán muriendo en cárceles americanas.
Trump no tiene la culpa de la caída de una prensa falaz y mentirosa que terminará mordiendo el polvo ante la contundencia de los hechos. Ya quisiéramos tener en nuestros países unas cifras económicas tan sólidas y una realidad de desarrollo social tan positiva como la que viene presentando Estados Unidos bajo el mandato del presidente Donald J. Trump.
Con todo respeto: Mi apoyo irrestricto al gobierno Trump y a sus aliados en nuestro continente. La reelección de la administración Trump es el premio justo a una labor responsable y eficiente. Más que palabras bonitas, resultados que se pueden ver y tocar.
#ComeOnTrump2020
Publicado: julio 3 de 2019
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