Fue un hombre decente en todo el sentido de la palabra. Diligente, combativo, prudente, estudioso, conocedor de los temas que defendía, discreto y asertivo. Compartía su visión política con inmensa generosidad.
Estas son tres anécdotas que retratan al Enrique Gómez Hurtado que yo conocí.
Corría el año de 1998, cuando el gobierno del elefante estaba por terminar. Nos encontrábamos en el municipio de Pacho, Cundinamarca, en plena campaña para el senado. Recuerdo que el miting fue muy nutrido, con participación de campesinos y conservadores de toda la vida, cercanos a la Casa Gómez desde siempre.
El doctor Enrique se demoró casi 20 minutos entrando al lugar de la reunión, pues en el camino que conducía al sitio donde estaba el micrófono, se detuvo a escuchar a la gente, una por una: problemas con acueductos veredales, quejas sobre el abandono del gobierno, la solicitud de apoyo para que por fin les cumplieran con obras y compromisos adquiridos con anterioridad. La gente creía en Enrique Gómez y le decían las cosas de frente, porque el senador era un hombre de palabra.
En su discurso, el doctor Enrique no sólo dio razón a todas las preocupaciones que había escuchado al ingresar al recinto. Gómez Hurtado dio una cátedra de política de la buena, inspirado en lo que significa ser ciudadano, es decir, en los derechos y deberes que tal condición implica.
Los argumentos que ofreció fueron directos, profundos, plenos de razones que apuntaban a denunciar el desastre creado por, para ese entonces, el gobierno más corrupto de la historia de Colombia.
Al terminar el evento, las palabras del doctor Enrique recibieron aplausos y vítores, que se unieron al recuerdo respetuoso de la memoria de Álvaro Gómez Hurtado, el hermano entrañable, inolvidable héroe asesinado por el régimen.
Como estratega, Enrique Gómez Hurtado era un hombre que sabía trabajar en equipo y asumía integral y personalmente la responsabilidad más alta de la campaña.
En diciembre de 2001, más exactamente el 22, se organizó una reunión de fin de año en el apartamento de los Gómez Martínez, donde se dieron cita líderes del conservatismo, todos seguidores del Movimiento de Salvación Nacional, quienes fueron atendidos con lujo de detalles por doña María Ángela, inseparable y sabia compañera del senador Gómez Hurtado, su esposa de toda la vida.
Se hablaron temas varios, pero particularmente de los sucesos que se estaban presentando en los diálogos de paz del gobierno Pastrana con las Farc de Tirofijo, que por supuesto, terminó saliendo con una respuesta que refleja el verdadero espíritu de los comunistas, proclives a la mentira, el engaño, el egoísmo y el terror.
En esa ocasión, en una servilleta terminamos dibujando la que sería la valla de la campaña para senado de 2002, donde aparecían los rostros de Enrique Gómez y Álvaro Uribe, con la palabra “carácter” en el corazón del mensaje.
Ese día se decidió ofrecer apoyo incondicional al candidato de Primero Colombia, quien a la postre resultó electo Presidente de la República, para el período 2002-2006, en primera vuelta, con más del 53% de los votos.
A la hora de actuar e ir hacia adelante, cuando se tenía clara la meta, el plan se diseñaba milimétricamente, siempre apegado a la ley, cumpliendo con la normativa, que incluía entrega de documentos, fotocopias, soportes y lo que pidieran las autoridades.
En ese punto, el doctor Enrique era implacable. Personalmente estaba encima de cada detalle. Sólo aceptaba cumplir íntegramente con el mandato de la ley.
Finalmente, entre enero y marzo de 2006 vivimos la última campaña, una campaña nacional, con el dinero medido como siempre, fruto de aportes de colombianos amigos de la causa de la decencia y la honorabilidad, incluso, ciudadanos de a pie que le apuestan todavía a la honradez. Porque Enrique Gómez Hurtado representaba ese valor, la honradez.
Inolvidable, la respuesta de la gente cuando se perdió la elección. Esa noche nos quedó la grandeza del líder, el jefe político que asumió la derrota con la dignidad de muy pocos: un muchas gracias nos quedó clavado en la mitad del corazón. También los rostros de miles de compatriotas que escucharon con respeto y admiración las palabras de un hombre sabio y decente, quien nunca se amilanó a la hora de denunciar la corrupción y el poder de las mafias que terminaron ensuciando la política colombiana, con la compra de votos y la permanente intromisión de ideas que se oponen al desarrollo de la sociedad.
Hoy, el cariño de millones de colombianos, no importa si son de Sierra Morena, populoso sector de Ciudad Bolívar, Medellín, Montería, Pasto, Cúcuta, Bucaramanga, Barranquilla, Manizales, Cali o Tunja, es el mayor reconocimiento que recibe Enrique Gómez Hurtado, un colombiano ejemplar. Dios lo bendiga, senador.
Publicado: julio 17 de 2019
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