Jota Mario Valencia se sintonizaba con el país todas los días; mensajes gratos, optimistas y de tranquilidad. Era la sana diversión y un rato de esparcimiento durante la mañana, su espontaneidad serenaba el espíritu de sus oyentes. Hace un par de semanas lo enterramos; falleció por un accidente cerebro-vascular (ACV).
EL ACV es una de las causas más importantes de mortalidad (segunda causa de muerte en el mundo) y la primera causa de discapacidad. Expresa muy bien la contingencia de la vida y la vulnerabilidad del ser humano. En forma súbita, la arteria que lleva la nutrición a una parte específica del cerebro se obstruye y esa función sofisticada -en cuestión de minutos- abandona al individuo. Siguen corriendo los segundos y la trombosis cerebral avanza. El cerebro sin oxígeno se muere, el individuo pierde el lenguaje, la fuerza en las extremidades o la visión (sujeto a cuál es la arteria y el área afectada). Cuando el infarto supera el tiempo oro (ventana terapéutica: periodo en el cual el tratamiento puede reversar algunas manifestaciones clínicas) el paciente queda condenado a superar las secuelas mediante la rehabilitación (15 millones discapacitados, calcule el costo en salud).
Lo inteligente son las medidas de prevención y aquí radica el éxito de las políticas de salud pública. Existen factores que no podemos modificar: edad (riesgo mayor por encima de 55 años), sexo (mujeres por encima de 60: periodo post-menopáusico y su disminución de estrógenos), raza (afro-descendientes) y los factores hereditarios. No obstante, hay otros que denominamos factores modificables y cuyo cuidado disminuyen el riesgo de presentar un ACV. Estos son: hipertensión arterial, obesidad y tabaquismo, la trilogía vascular mortal.
Múltiples estudios epidemiológicos han demostrado que el factor más importante en el ACV es la hipertensión arterial. El riesgo se estima en 6 veces más de posibilidades de padecer esta catástrofe vascular cuando se es hipertenso. Cifras alentadoras como esta para fomentar su control en la población: disminuir en 5-6 mmHg la presión arterial disminuye en un 35% el riesgo de sufrir un ACV. Pensar que el control de la hipertensión disminuye en un 40% el riesgo de mortalidad, debería ser el estímulo para inversión de los recursos públicos en su prevención. La eficacia de las pequeñas grandes cosas: promoción y educación. Un paciente con ACV cuesta cerca de 30 mil dólares; una campaña de prevención solo unos centavos.
Qué decir del consumo de cigarrillo y el hábito de fumar: aumenta cuatro veces el riesgo del ictus. Es la causa más frecuente de enfermedad arteriosclerótica, daña el endotelio de los vasos y sus propiedades maravillosas en el organismo. La relación exponencial es clarísima: entre más cigarrillos mayor riesgo. Por cada 10 cigarrillos que se fumen por día, el riesgo aumenta 25% de ACV.
El sobrepeso, la vida sedentaria y la obesidad, dos veces el riesgo de apoplejía. Alteraciones metabólicas, inversión en los niveles de colesterol y acumulo de sucio (placas de ateroma) en la paredes de las arterias.
Sin embargo, la causa más frecuente del ACV es la ignorancia. Los países menos desarrollados y con mayor pobreza tienen mayor incidencia pues sus habitantes no conocen esta información sobre hábitos de vida saludable. El porcentaje de muertes prematura por ACV asciende al 94% de la población menor de 70 años. Contrasta con la estupidez de algunos que a sabiendas de estos factores de riesgos hacen caso omiso a las recomendaciones. Pobres tontos: son suicidas vasculares.
Publicado: julio 12 de 2019