Los últimos acontecimientos judiciales que han traído consigo la liberación de Santrich y la intangibilidad del NAF según les conviene a las Farc y a su arbitrio lo interpretan las Altas Cortes, han desatado una ola de estupor, dolor, vergüenza e indignación en todo el país, de la que se han hecho eco destacados escritores públicos, como mi amigo José Alvear Sanín, cuyo último artículo es verdaderamente memorable (vid. Cómo salir de la dictadura judicial).
La gente de bien está escandalizada porque se quiere hacer creer que la paz en Colombia depende de la impunidad de Santrich y que todo el ordenamiento jurídico debe sacrificarse en aras de ese nuevo ídolo, al que solo falta que lo canonicen y le eleven altares. Si hasta la infame revista Semana lo exhibe en su última edición como un resucitado, comparándolo con Nuestro Señor Jesucristo. ¡Ya tendremos que referirnos a él como San Trich!
En rigor, lo que queda del flamante Estado de Derecho en Colombia es una vergonzosa ficción. Lo vengo diciendo desde hace tiempo y lo desnuda mi amigo Alvear en su escrito: padecemos bajo el ominoso yugo de una dictadura judicial.
Desafortunadamente, no hay fórmula jurídica ortodoxa para zafarnos de esa coyunda, pues toda solución tiene que pasar por el filtro de unos jueces que no toleran que se los controle.
El país no ha meditado lo suficiente sobre las consecuencias de la inexequibilidad de las disposiciones del Acto Legislativo No. 2 de 2015 que la Corte Constitucional reprobó porque a su juicio vulneraban la independencia de la rama judicial. ¡Era, entre otras medidas, lo concerniente a la Comisión de Aforados que podría procesar a los magistrados prevaricadores! (Vid. https://corte-constitucional.vlex.com.co/vid/648703749).
Hay algo aún más desafortunado: Colombia cuenta, desde luego, con gente que goza de poder e influencia, pero le falta una clase dirigente responsable de la suerte del país, las famosas «fuerzas vivas» a las que otrora se convocaba en momentos de grave dificultad.
A la llamada clase dirigente le toca eso, precisamente, dirigir, haciéndolo con rectitud y profundo sentido de la responsabilidad que le compete.
¿Qué observamos al respecto?
Los empresarios se ocupan preferentemente de sus negocios. Se alarman si los mismos decaen, pero se desentienden del resto. Como dijo alguna vez el finado Fabio Echeverri, «la economía va bien, pero el país está mal». La prensa, en general, es mercenaria: en buena medida está al servicio de grupos económicos o poderes extranjeros, se ha convertido en un fuente de enriquecimiento para unos pocos. La crisis de la Iglesia no podría ser más profunda, con pastores que cada vez van perdiendo su credibilidad por su falta de autoridad moral. ¿Y qué decir del liderazgo político?
Vuelvo a referirme a Alvear, que hace poco escribió sobre las tendencias dominantes que aparecen en el escenario político colombiano. Identifica tres (vid. Soros, santismo y castrosocialistas):
-Tradicionales y adeptos a los principios cristianos y liberal-democráticos.
-El Soros-santismo.
-Los Castro-izquierdistas.
Cada una interpreta a su manera la realidad colombiana y concibe de modo diferente el país que desea, la sociedad que aspira a conservar, reformar o construir.
La primera tendencia triunfó en el plebiscito de 2016 y eligió con copiosa votación a Duque en las últimas elecciones presidenciales. Pero las otras dos dominan en el Congreso, las Altas Cortes, la Academia, las Universidades y vaya uno a saber si en la Iglesia misma. Coaligadas, escamotearon los resultados de la manifestación de la voluntad mayoritaria de la ciudadanía, a la que se convocó para que, en los términos del artículo 3 de la Constitución Política, ejerciera su poder soberano.
Es la hora de reforzarla, organizarla, convertirla en una viva presencia en el escenario nacional. Solo un vigoroso movimiento de opinión podrá salvarnos del caos que nos ofrecen esas otras dos tendencias, el Soros-santismo y el Castro-izquierdismo.
El Centro Democrático, el Partido Conservador, los movimientos cristianos y todos los que descreemos del libertarismo de los Soros-santistas y los delirantes paraísos que nos ofrecen los Castro-izquierdistas tenemos que pasar a la acción para iluminar de veras el futuro de Colombia.
Me atrevo a sugerir un líder que promueva esta empresa redentora: Rafael Nieto Loaiza.
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: junio 6 de 2019
Creo q’ podremos tener una salida q’ ellos abominan: LA DESOBEDIENCIA CIVIL INDETERMINADA Y PERMANENTE.
Finalmete, declarar laREPUBLICA INDEPENDIENTE DE ANTIOQUIA, CÓRDOBA Y CHOCÓ!!!….
…“Todos a una” como en Fuenteovejuna…
4.5