Subiendo por la carrera 15, hacia la entrada de la Universidad Pedagogía Nacional, en la calle 72 uno se encuentra con un agresivo aviso en forma de caricatura que critica al expresidente Álvaro Uribe Vélez. En ese momento, sentí el ambiente caldeado y la tensión que se iba a vivir en el debate, al ser el primer candidato del Centro Democrático en entrar a contender dentro de dicho claustro universitario.
Una vez adentro, no pude evitar mirar la pancarta que decía “Viva el comandante Chávez”, como si los hechos fueran mentiras y las mentiras hechos. No podía creer que jóvenes en plena etapa formativa, permitieran la adoración a un dictador y más aún, que se dejaran llevar por sus ideologías antes que por la razón. Por la pasión antes que por el pensamiento crítico.
La pregunta que nos debemos hacer es si la educación pública está politizada, pues de ser así, la libertad entre escoger un plantel privado y uno público tendría un incentivo negativo, donde no se le asegure a quienes escojan la segunda, una educación superior de calidad, en un ambiente neutral que permita a los padres ver a sus hijos formándose en conocimientos y habilidades que les facilite competir con las necesidades futuras del mercado.
Es tan grave la politización de las universidades públicas, que muchos estudiantes parecen programados para pensar de determinada manera y ni siquiera son capaces de oír, procesar, analizar y elaborar argumentos de otro espectro ideológico. Incluso, es tan poderosa la presión dogmática sobre los mismos, que hasta se les olvida la aritmética y piden recursos al gobierno actual, el cual tiene el presupuesto más grande en la historia de la educación, mientras que sus universidades cerradas los hacen perder millones de pesos y cientos de horas de clase.
Pero sigamos con el debate. Entré con algunos prejuicios y al ver el salón de clases desocupado me desanime, pensé que íbamos a debatir en plaza pública y que la educación iba a ser el eje central de la discusión. A pesar de estar en un escenario adverso y con contrincantes de fuerzas absolutamente disimiles, logré desarmarlos con el poder de mis argumentos. Después de la presentación de cada uno de los candidatos, el salón empezó a atiborrarse de personas, el tema de seguridad se tomó el debate, sin mencionar los temas de ambiente y educación. En general, el tono fue constructivo y pese a las discusiones fuertes alrededor del ESMAD y de gobiernos anteriores de izquierda, obtuve algunos aplausos espontáneos, y otros de amigos que me habían acompañado.
El debate terminó y cada uno se fue a su casa. A la salida me gritaron paraco y fascista sin siquiera conocerme, lo único que pensé es que eso iba a ser parte de la vida pública y dije bueno, espero que pase más a menudo; recordemos que todo liderazgo genera resistencia. Finalmente, considero que se deberían generar estos espacios para intercambiar puntos de vista y que la derecha también puede invitar a discutir a los críticos de izquierda, para ver si en algo podemos concordar, como por ejemplo, combatir el desempleo juvenil en Bogotá.
Publicado: junio 22 de 2019
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