En esa época colonial de nuestros pueblos de las Sabanas del Viejo Bolívar no había Club Social. Las fiestas se hacían en las casas y los músicos, reunidos en pequeños grupos, procedían de los barrios populares. Amenizaban alegres con sus “toques” la fiesta parroquial. Las señoritas asistentes, con sus mejores galas se gozaban la fiesta. Se presentaban con una dama de compañía con instrucción perentoria de los padres: cuidar a la niña. Los muchachos de la edad competían por la más agraciada. Se inventaron una frase, cargada de etiqueta, tolerancia y picardía que obligaba a la bonita ser pareja de casi todos los asistentes. Se acercaba el pretendiente y con educación le decían al parejo: “dame un barato”. No existía forma de decir no, tocaba ceder a la pareja.
En los bailes de las afueras se diseñó otra estrategia .Los organizadores debían cancelar con cuota de los invitados la música y sus accesorios (trago, picadas y para desamarrar: el tradicional pastel). Los varones asistentes compraban la boleta y los tiquetes de los baratos. Así, en la rueda del baile se aproximaban y le entregaban a la muchacha el volante; ésta debía rotar de pareja y así financiada continuaba hasta el amanecer la fiesta popular. ”Préstame la pareja”, breve tiempo para apergollar y bailar con economía la canción o parte de ella.
En este bailoteo de la institucionalidad que la justicia nos tiene acostumbrado se trae nuevamente la sabanera expresión: “dame un barato”. Empieza bailando la fiscalía, muestra un video del 2017 donde un exguerrillero (no le conozco plataforma o ideales político, salvo el lucro) aparece negociando tremendo cargamento de coca con el más reconocido cartel mejicano. Esta era una pieza para la extradición. Pero entra la Jurisdicción Especial para la Paz y pide un barato. Que la fiesta siga acá ordeno la JEP. No se había acabado la canción y nuevamente la Fiscalía muestra el tiquete de “préstame la pareja” .Se repite la primera canción: recapturado el bailador. Un asistente de oídos no afinado pide su turno: la Corte Constitucional y confunde el ritmo. Pero luego interviene la Corte Suprema de Justicia y pide “su barato”. Esta pareja me pertenece y vamos a terminar la fiesta bailando con ella.
El fandango de la impunidad; que despecho para millones de colombianos quienes anhelamos una justicia que nos devuelva confianza y credibilidad. Su gramática, con caligrafía moral que convenza. Con negrilla: existe la recompensa. Que subraye, con mayúscula: la letra del castigo. Alabamos la decencia y rechazamos con vehemencia a quienes con sus acciones se lucran a expensas de envenenar la salud mental de los muchachos del mundo.
Estos individuos son tóxicos sociales.
Publicado: junio 7 de 2019