Una de las principales apuestas del Presidente Duque cuando llegó a la Casa de Nariño era cambiar las nefastas prácticas políticas que había instaurado el Gobierno Santos, el cual para tener las mayorías necesarias para aprobar su reelección y todo el paquete de proyectos del proceso de La Habana había creado más de 18mil nuevos cargos, ampliado desbordadamente las nominas paralelas de contratistas y establecido los cupos indicativos como herramienta principal de negociación política.
Estos mecanismos, aunque indudablemente son efectivos, conllevaron un nivel absurdo de derroche que es completamente inaceptable y que Duque, a buena hora, ha empezado a desmontar.
Sin embargo, hay un aspecto que le ha generado un desgaste político muy alto al Presidente en sus primeros 8 meses. La falta de experiencia política de buena parte de los Ministros y la poca -casi nula- representación política de los partidos en el gabinete ha generado que la relación con el Congreso penda de un hilo y solamente se mantenga en proyectos estructurales como la Ley de Financiamiento o el Plan de Desarrollo, pero que se ha roto del todo en otras reformas como la de Justicia o la Política.
Porque la situación es muy sencilla. Cuando un Ministro ingresa al Capitolio sucede lo mismo que cuando un domador entra a una jaula llena de leones. Si no los domina con firmeza, se lo comen vivo, y eso, desafortunadamente, es lo que le está pasando a la mayoría del gabinete.
Con notables y distinguidas excepciones, como el Canciller Holmes Trujillo o el Ministro de Hacienda, la inexperiencia política de la mayoría de los Ministros y directores de Departamentos se hace sentir en un Congreso donde la falta de manejo que ha mostrado el Gobierno ha dado paso a una perversa estrategia de los partidos de la antigua Unidad Nacional para arrinconar al Presidente a cambio de concesiones burocráticas.
En otras palabras, los zorros viejos que caminan por los pasillos del Senado y la Cámara han olido el miedo de Ministros que acuden a las plenarias a sentarse a comer pero que son incapaces de conseguir los votos necesarios para la aprobación de sus iniciativas.
Por eso, ad portas de cumplir su primer año en la Presidencia, Duque debe replantear seriamente la composición de su gabinete y dar paso a una representación política basada en acuerdos programáticos que le permitan al Gobierno tener gobernabilidad y no seguir siendo derrotado semana tras semana en las votaciones del Congreso.
Por supuesto que hay que acabar el derroche, eliminar las nominas desbordadas de contratistas y reducir sustancialmente el tamaño burocrático del Estado, pero eso no significa que el Gobierno no pueda tener mayorías en el Congreso.
La gobernabilidad puede llegar a ser vista como un mal necesario, en el sentido que condiciona al Gobierno a unos acuerdos políticos con las bancadas. Sin embargo, es peor que la agenda del Presidente se vea truncada por la incapacidad de un gabinete que, aunque en la academia tenga reconocimiento, ha demostrado ser incapaz de poner a marchar al Congreso al ritmo del primer mandatario.
Publicado: mayo 8 de 2019