Cuando Vladimir Ilich Lenin se tomó el poder en la Rusia de los zares con la revolución de octubre de 1917, hizo cambiar la denominación del estado con el nombre de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS. También modificó la bandera original por otra de fondo rojo y un escudo que mostraba la hoz y el martillo. La hoz significaba el trabajo de los campesinos en la siega del trigo y el martillo los proletarios en la industria. Otra significación señalaba la hoz como instrumento de muerte a los enemigos del régimen y el martillo como castigo a quienes formaran sindicatos independientes.
Las Farc se han quedado sin martillo y sin la hoz. La reciente disputa verbal entre el jefe político Rodrigo Londoño, alias Timochenko, y el jefe militar, presuntamente desmovilizado, alias Iván Márquez, muestra una constante en la izquierda radical marxista: la división, la contradicción al interior del partido comunista y un desenlace que termina en un enfrentamiento generalmente sangriento. Todo comenzó con la muerte del jefe fundador de las Farc, Pedro Antonio Marín, alias Tirofijo, que dejó al descubierto la herencia ilusoria de la toma del poder por la vía de las armas. En la tumba quedó el fantasma de un revolucionario que murió de vejez y no del acariciado triunfo de llegar al palacio de Nariño el medio de los aplausos y respaldos al “ejército popular” que salvaba a los colombianos de la coyunda oligárquica y del imperialismo yanqui. Todo el mundo, inclusive los presos políticos, cantaría La Internacional.
Las Farc, con cierto realismo, aprovecharon las ambiciones de los Santos Calderón y la debilidad ideológica del presidente para negociar su desmovilización y entrega de armas mediante un proceso de “paz” donde obtuvieron privilegios que alcanzaron sus mejores propuestas como nunca los habían cobijado. La tendencia a la negociación cubría a todo el secretariado, al estado mayor de la guerrilla y a sus bases, porque les garantizaba el perdón de todos sus crímenes, sobre todo quedaba a cubierto su condición de narcotraficantes y no de altruismo, como lo decían los intelectuales zurdos.
Cuando Jesús Santrich en diciembre del año 2016 fue pillado en una programación comercial para la venta de dos toneladas de cocaína, cayó en la red policial de la Dea y de la Fiscalía colombiana. Además, apareció una petición de extradición, solicitada por un juez de los Estados Unidos de Norteamérica. Como el superior jerárquico de Santrich era Iván Márquez, este dedujo, que de la relación que ambos tenían como delincuentes “Políticos”, vendría también para él la captura con petición de extradición. De ahí se desprende la fuga de Márquez que se escapa hacia una zona de protección en donde la JEP aplica el encubrimiento que ahora explica dos documentos públicos: una circular de Iván Márquez dirigida a la guerrillerada desmovilizada en la cual declara que el acuerdo de paz es una burla y que debe rescatarse el pensamiento de Tirofijo sobre la no entrega de armas hasta la victoria, ya sea por la derrota militar del enemigo o por la negociación cumplida en su totalidad al vencimiento político del estado burgués. En otras palabras: Iván Márquez se niega a presentarse físicamente ante la JEP y desconoce el mando de Timochenko en las estructuras del nuevo partido de las Farc.
El escenario no puede ser más interesante. La división al interior de las Farc es real y no podrá resolverse fácilmente. Estamos ante la disyuntiva de unas Farc que deben impulsar su reincorporación a la vida democrática, o unas Farc que reactivan su ejercicio violento narcoguerrillero. De tal manera se hace la encarnación de los versos de Cesar Vallejo: “Cuídate de la hoz sin el martillo, cuídate del martillo sin la hoz” en su poema 14, en donde saltan estos versos finales: “Cuídate del leal ciento por ciento. Cuídate de los muertos, cuídate de los vivos.” Cesar Vallejo es el poeta más importante del Perú. Militante comunista, murió e n Paris en el año 1938.
Jaime Jaramillo Panesso
Publicado: mayo 28 de 2019