Una de las principales deformaciones de nuestro sistema político es el de creer en la virtud mágicas de las normas. En nuestro país hay, sin duda ninguna, sobredosis de leyes, algunas innecesarias y la gran mayoría sin desarrollo pleno por falta de decretos que las reglamenten.
Se cree equivocadamente que se necesita de la aprobación de leyes para el ejercicio del gobierno. Con la llegada de todo nuevo presidente de la República, se desempolva el concepto de la “agenda legislativa”, cuando sinceramente lo que se necesita no son nuevas leyes, sino aplicar las que existen con base en unos criterios de gobierno claros.
El Congreso, gracias a la nociva “mermelada” de Santos, se convirtió en un antro de corrupción, donde imperan las transacciones y no los intereses superiores de la República.
Las bochornosas escenas que se vieron con ocasión del debate de aprobación de las objeciones presentadas por el presidente Duque, en el que el grupo de izquierda y ProFarc -sectores que en el gobierno pasado mayoritariamente respaldaron la agenda de rendición liderada por Santos- literalmente intentaron bloquear el debate.
La mayoría no lo hicieron por motivos ideológicos sino por razones burocráticas. Entorpecieron el debate, esperando a que el gobierno cediera ante sus chantajes, cosa que evidentemente no sucedió. Uno de los postulados del presidente Duque es el de acabar con la dañina “mermelada” que tanto daño le hizo a la democracia colombiana. Y si el costo que habrá de pagar por ello es el de tener una bancada de congreso mayoritariamente en contra, en la que confluyen los terroristas de las Farc, los corruptos de la antigua “Unidad Nacional” de Santos -grupo encabezado por Armando Benedetti y Roy Barreras- y la extrema izquierda que lideran personajes siniestros como el comunista Iván Cepeda, pues bienvenido sea aquel pago.
Duque cuenta con una bancada de gobierno -integrada por el Centro Democrático, el partido Conservador y los grupos cristianos- seria, disciplinada, juiciosa, reflexiva y responsable. Con ello es más que suficiente para llevar a cabo los grandes debates y liderar, en la medida de las posibilidades, los consensos que se requieran sobre temas puntuales.
Pero para el desarrollo del día a día del gobierno nacional, no se necesita de nuevas leyes. Con las que hay es más que suficiente. Basta con identificar los puntos fundamentales del programa del presidente Duque para proceder a redactar los decretos correspondientes en cada uno de los ministerios y arrancar a gobernar con esos desarrollos normativos.
Si las mayorías corruptas del congreso quieren extorsionar al gobierno, que se queden con los crespos hechos. El país no tolera más “mermelada” y más vagabunderías como las que se vieron durante los 8 años de Juan Manuel Santos.
Debemos dejar de creer que los males de nuestra democracia y las dificultades propias del ejercicio del gobierno se solucionan como por arte de magia con la aprobación de leyes en el Congreso. Astuto no es el que hace la ley, sino quien la aplica. Y el presidente Duque tiene el talento suficiente y el equipo de gobierno lo suficientemente idóneo y capacitado para sacar adelante el programa por el que votaron más de 10.5 millones de colombianos sin que medie la desgastante e innecesaria aprobación de un paquete de leyes que claramente no podrán ser aprobadas en un congreso cuya mayoría es una amalgama espantosa, compuesta por el terrorismo, la mafia y la corrupción.
El sempiterno presidente mexicano Porfirio Díaz, acuño una frase que parece hecha a la medida de las circunstancias actuales colombianas: más administración y menos política. Así las cosas, le corresponde al presidente Duque y a sus ministros, ponerse manos a la obra y a ejercer el gobierno con las herramientas que hay a la mano, sin someterse a desgastes innecesarios en un Congreso hostil cuyas mayorías no están sintonizadas con lo que realmente demanda el pueblo colombiano.
Publicado: mayo 7 de 2019
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