Juan Manuel Galán es un político gris, cuyo único talento es el de ser hijo de quien es. Él es un claro ejemplo del vástago inferior e incapaz de enaltecer el legado de su padre. Tal vez la mejor definición de sí mismo la hizo Galán cuando, deslealmente, se fue contra la candidatura a la alcaldía de Bogotá de su tío Antonio: “Mi tío tiene las circunstancias de ser el hermano de mi papá y de tener el apellido Galán. Pero no creo que tenga la capacidad para dirigir a Bogotá”.
Al igual que sus hermanos -Carlos Fernando y Claudio-, se ha dedicado a vivir del dinero público. Ninguno de los 3 hermanos Galán Pachón tiene idea alguna de hacer empresa o de generar riqueza a través del emprendimiento o la innovación. Permítasenos un momento para una digresión: Juan Manuel no es propiamente el ‘delfín’. El verdadero primogénito de Luis Carlos Galán es Luis Alfonso Galán Corredor, un cincuentón hijo de la empleada doméstica de la familia Galán Sarmiento, discriminado y excluido por los tres hermanos Galán Pachón, quienes, entonces, propiamente, son unos ‘segundones’ de hecho y de derecho.
Valiéndose de su condición de víctimas, ellos mismos se encargaron de “condenar” al Estado a mantenerlos permanentemente dentro de la nómina oficial.
Su obsesión por sacarle provecho al Estado lo llevó a ordenar que su apartamento en el norte de Bogotá fuera blindado por cuenta del gobierno de Juan Manuel Santos. En efecto, un día cualquiera en una calle adyacente a su lugar de residencia un desacatado hizo un par de tiros al aire. Galán, aprovechando su vínculo familiar con quien fungía como director de la denominada Unidad Nacional de Protección, Andrés Villamizar Pachón -primo hermano suyo- logró que con dinero público se pagara el blindaje de su lugar de habitación.
A los pocos meses de que el Estado subsidiara el 100% del blindaje de su apartamento, Galán vendió esa propiedad por una suma astronómica, configurando un enriquecimiento éticamente muy cuestionable.
Juan Manuel Galán no es un hombre particularmente inteligente. Basta con leer sus pocas publicaciones u oír sus intervenciones para descubrir que se trata de un súbdito de los lugares comunes y de la adopción de ideas ajenas.
Cuando el presidente Uribe ganó las elecciones en el año 2002, Juan Manuel Galán puso al expresidente Gaviria a que le consiguiera empleo en el gobierno de la Seguridad Democrática. Quería ir a Londres, ciudad en la que planeaba adelantar estudios de postgrado.
Gaviria, que en aquellos tiempos fungía como secretario general de la OEA, logró que su entonces prohijado Galán fuera nombrado como ministro plenipotenciario de la embajada en la capital del Reino Unido.
Han pasado 17 años desde aquel nombramiento, gracias al cual el hijo mayor de Luis Carlos Galán pudo estudiar y sostenerse. Cualquier persona con un mínimo de inteligencia podría concluir que el sujeto en cuestión tenía una impresión positiva del gobierno para el que trabajaba. Una persona con un ápice de dignidad no “lagartea” un empleo en un gobierno que desprecia.
En su cuenta de Twitter, Galán ha escrito que “yo estoy del lado en que no lidera quien desde la dirección de @AeroCivilCol aprobó pistas, licencias y aviones para que Pablo Escobar pasara de ser un pequeño narco artesanal y local para convertirse en multinacional de la cocaína”.
Galán es un canalla y un cobarde absoluto. Primero, debería tener el valor de hacer su afirmación con nombre propio. Un hombre valiente, como fue Luis Carlos Galán, hace los señalamientos de frente y sin ambigüedades.
Como es evidente que Galán está haciendo referencia al presidente Uribe, cuesta entender que una persona íntegra haya buscado un empleo diplomático de alto nivel -y con elevado salario- en el gobierno de quien señala por haber facilitado la expansión del negocio criminal del peor narcotraficante de la historia colombiana.
No hay que esperar gran cosa de un sujeto como Juan Manuel Galán, persona hace más de 4 años fue denunciada desde el diario “El Espectador” por maltrato intrafamiliar a quien hoy es su exesposa y madre de sus dos hijos, Carmenza Lian.
Galán, valiéndose de su condición de congresista hizo que el ICBF constriñera abusivamente a su expareja, hecho que constituyó un brutal abuso de poder.
Y si de relaciones mafiosas con la política se trata, el ahora exsenador Galán debería empezar por señalar a los políticos que fundaron el denominado “Nuevo Liberalismo” y que terminaron amalgamados con el narcotráfico.
Los nombres abundan: Mauricio Guzmán Cuevas, líder galanista en el Valle y exalcalde de Cali que terminó condenado en el marco del proceso 8000; Carlos Alonso Lucio, un sujeto que ha sido aliado de todos los grupos criminales de nuestro país, empezó como líder de las juventudes galanistas; Andrés Páez, dirigente del “Nuevo Liberalismo” en el Caquetá, estuvo vinculado en el secuestro y posterior asesinato del líder Rodrigo Turbay Cote.
David Turbay Turbay y Eduardo Mestre, dos figuras relevantes dentro del galanismo, también fueron condenados por la justicia como consecuencia de sus vínculos ilegales con los hermanos Rodríguez Orejuela.
Ahora que los hermanos Carlos Fernando y Juan Manuel Galán planean refundar el partido de su padre, ¿se atreverán a hacer un repudio público de la recua de narcopolíticos que hicieron parte del “Nuevo Liberalismo”?
Publicado: abril 29 de 2019
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