Uno de los personajes más pintorescos que tiene el Centro Democrático es, sin duda alguna, el representante a la Cámara por Bogotá, Edward David Rodríguez Rodríguez, un operador político de poca monta que se forjó como correveidile al servicio de algunos poderosos y que, gracias a su comportamiento obsecuente y lisonjero, pudo, después de haber paseado por muchos partidos políticos, llegar al congreso de la República.
En 2010, intentó por primera vez a través del partido de La U, pero su resultado fue totalmente risible.
Gracias a la generosidad del presidente Uribe, Rodríguez fue incluido en la lista de 2014.
No se trata de un sujeto particularmente inteligente. Podría decirse que es una persona con buenos reflejos, cierta habilidad y mucha -demasiada- ambición.
En 2018, cuando el Centro Democrático se aprestaba a configurar sus listas, el comité de ética de la colectividad uribista, integrado por Marco Antonio Velilla, Juan Gómez Martínez y una señora de apellido Gedeón, en su momento consideraron que Edward Rodríguez “no reúne el perfil de transparencia y nivel que debe tener un congresista del Centro Democrático”.
Así mismo, conceptuaron que “se recomienda su exclusión de la lista por no reunir los requisitos mínimos para ejercer la dirigencia de nuestro partido desde el punto de vista de la ética, y mucho menos de representarnos pues no tiene un código de ruta en su comportamiento ni desde el punto de vista de sus contenidos, y mucho menos en su forma y en su capacidad de adaptarse a una comunidad como el Centro Democrático”.
No obstante el demoledor concepto, ese individuo terminó en la lista. ¡Cosas de la política!
- Sobre el concepto del comité de ética del CD que recomendaba la exclusión de Edward Rodríguez, le recomendamos leer El congresista que no debió ser avalado
Rodríguez en una versión contemporánea del operador político que se desvive por agarrar migajas burocráticas en cuanta entidad se le pase por delante. Un congresista que conoce sus maniobras poco ortodoxas, le aseguró a LOS IRREVERENTESque el objetivo inmediato de ese sujeto es la presidencia de la Cámara de Representantes cuando ésta le corresponda al Centro Democrático.
“Si Edward llega a esa dignidad, debido a su voracidad, el partido se expone a que él salga de la presidencia de la Cámara, esposado”, asevera el colega del cuestionado congresista.
Es claro que la ministra de Justicia ha tenido un desempeño poco lucido y que su paso por esa importante cartera ha sido francamente errático, razón por la que no son pocas las voces que de una u otra manera han sugerido su renuncia.
Pero lo que hizo el congresista Rodríguez Rodríguez en la triste sesión en la que las mayorías de la Cámara de Representantes aplastaron humillantemente al gobierno con ocasión del hundimiento de las objeciones a la JEP, es francamente nauseabundo.
Solo a una canalla de baja catadura se le ocurre exigir la renuncia de una ministra que integra un gobierno aliado, segundos después de que las mayorías, en una votación muy complicada, le ha propinado una derrota al Ejecutivo. El Centro Democrático, colectividad que en mala hora acogió a Rodríguez, es el partido de gobierno.
Pareciera que cuando Michelle de Montaigne dijo que nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis, tuvo en mente a un sujeto de las mismas condiciones de Edward Rodríguez.
Claro que la ministra de Justicia tiene que valorar su renuncia, pero esa es una decisión de ella y, por supuesto, del presidente de la República, no de un congresista maniobrero, mañoso y con toda suerte de vicios -profesionales y humanos- como el malhadado Edward David Rodríguez Rodríguez.
Publicado: abril 10 de 2019
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