Al presidente Iván Duque, definitivamente, le tocó bailar con la más fea. No solo por la profunda crisis socio-económica en la que recibió al país, sino porque ha tenido que lidiar con los despropósitos que genera una oposición egoísta, malintencionada y, en demasía, manipuladora.
Con su llegada a la Casa de Nariño, a Duque ‘le cayó el mundo encima’. Pero era de esperarse, veníamos de un Gobierno que dejó quintuplicar las hectáreas de coca sembradas en el territorio nacional; que se erigió sobre la base de la promesa incumplida y gobernó con mayorías compradas a punta de burocracia. Por supuesto, nadie iba a postrarse ante una intención de cambio, ni el terrorismo ni la politiquería.
No fue sino hablar de lucha contra el narcotráfico y brincó el narcoterrorismo creciente. No fue sino cerrarle la puerta a la ‘mermelada’ y el clientelismo, y ciertos políticos que venían acostumbrados a eso, saltaron la barda y se pusieron del lado contrario. La izquierda, por su parte, brincó en todos los escenarios: porque sí y porque no.
Algunos medios de comunicación tampoco celebraron la llegada de Duque y su plan de austeridad, pues venían de recibir millonarios contratos por limpiar la imagen de un Gobierno corrupto y derrochón como el de Juan Manuel Santos, cosa que esta administración no estaba dispuesta a hacer.
Evidentemente, la política de legalidad que implantó Iván Duque le ha hecho acreedor de varios detractores, pero él, como dicen en mi tierra: “es todo un señor”.
El presidente Duque es un hombre honesto que desde el inicio de su gobierno, ha llamado al diálogo respetuoso y reflexivo sobre las inquietudes de las comunidades. Sin embargo, han sido sus opuestos quienes terminaron transgrediendo los linderos de la protesta, bajo la segura influencia de políticos de izquierda.
Con todo lo visto, hoy me atrevo a decir que los culpables de todo el odio que cae a cántaros sobre la sociedad colombiana, son los mismos que dicen actuar en función de la paz; los mismos que ayer fueron prouniversitarios, hoy indigenistas, pero que todos conocemos por sus ideales profarc.
Lo cierto aquí es que todos, duquistas o no, estamos obligados a dejar gobernar a Iván Duque, si aún tenemos la aspiración de que este barco, llamado Colombia, llegue a buen puerto.
Para concluir debo decir que Duque es un hombre inteligente y capaz, sé que es así porque a cualquier otro, sin su talante y voluntad, ya le habría explotado en las manos la bomba de país que a él le entregaron.
Publicado: abril 11 de 2019
4.5