Un arma de fuego es recogida del cajón del escritorio por su propietario, el ciudadano peruano Alan García. Pone la boca del cañón debajo del maxilar inferior y dispara una bala que destroza el cerebro. Los agentes de la Fiscalía, apresurados, recogen el cuerpo ensangrentado del expresidente García, lo trasladan a una clínica, la más cercana, pero allí muere. Los agentes tenían la orden de capturarlo, pero su presa les entregó el ultimo oficio que les podía dar : el de enfermeros.
Alan García, de 69 años, se hizo militante y dirigente del partido APRA, Alianza Popular Revolucionaria Americana, cuyo fundador fue el abogado Víctor Raúl Haya de la Torre, que en las primeras décadas del siglo XX, recogió las aspiraciones de las nuevas clases medias que en Argentina se expresaba en Irigoyen, con la reforma universitaria de la Universidad de Córdoba, en Colombia con la corriente de Carlos Lleras Restrepo dentro del liberalismo. Una especie de reformismo demo-liberal que tuvo los ingredientes de la libertad y el laicismo. Víctor Raúl Haya de la Torre es el más notorio jefe aprista que, perseguido por el régimen del General Odría, se asila en la Embajada de Colombia en Lima, asilo que se vuelve emblemático y que será motivo de una sentencia de la Corte Internacional de Justicia en favor de Haya de la Torre y del país que lo recibe.
Al APRA se debe la noción política de Alan García, quien será Presidente del Perú, dos veces no consecutivas, 2006-2011 y 1985-1990. Su primer gobierno fue un desastre, la inflación quemó todas la esperanzas que renacieron en el segundo mandato, más exitoso. Alto y altivo, buen orador, Alan García vivía en Madrid con su familia cuando se abrió la investigación sobre los sobornos de la empresa brasilera Odebrecht dentro de la cual hay señalamientos contra Alan García, quien para el caso regresa a su país, donde están comprometidos
los expresidentes Pedro Kuczynski, Ollanta Humala, Alejandro Toledo, varios exministros, la congresista hija de Fujimori, Keico y otras personalidades.
El suicidio de Alan García despierta una gran controversia. Distintas interpretaciones tiene ese acto, autónomo y de libertad personalísimo. Encaja en la actitud de su carácter. Alan Garcìa había pedido asilo al gobierno del Uruguay y fue rechazado, un camino similar al de su mentor, Haya de la Torre. ¿Està su nombre realmente vinculado a los delitos que se le imputan y se suicida por su honor? O por el contrario es una demostración de su inocencia que coloca al Fiscal y a los jueces como actores que presionan al sindicado hasta hacerlo suicidar. La muerte de Alan García abre las puertas para impedir que nuestros funcionarios públicos incumplan con las reglas y normas de los contratos y licitaciones, válido para el màs lejano municipio hasta el Jefe del Gobierno Central. Las cartas de Alan García son documentos que deben ser analizados sin prejuicios políticos o religiosos.
En Colombia hay pruebas testimoniales, confesionales y técnicas de la labor criminal de Odebrecht. Pero la fiscalía nos embruja y entretiene con Hidroituango o los contrabandistas de la costa, no obstante que existe un Fiscal ad hoc. No quieren llegar a la cúpula donde están sus amigos, padrinos, respetables damas y damos de la nata millonaria colombiana.
Jaime Jaramillo Panesso
Publicado: abril 23 de 2019