La educación privada es libre y regulable por la ley en cuanto a exigencias mínimas y no únicas. La educación pública es enteramente manejada por el Gobierno. La pregunta que nos debemos hacer es si la educación pública está politizada, de ser así, la libertad entre escoger un plantel privado y uno público tendría un incentivo negativo, donde no se le asegure a quienes escojan la segunda, una educación superior de calidad, en un ambiente neutral que permita a los padres ver sus hijos formándose en conocimientos y habilidades que les permitan competir con las necesidades futuras del mercado.
Es tan grave la politización de en las universidades públicas, que muchos estudiantes parecen programados para pensar de determinada manera y ni siquiera son capaces de oír, procesar, analizar y elaborar argumentos de otro espectro ideológico, todo esto a pesar de estar en plena facultad formativa. Incluso es tan poderosa la presión dogmática sobre los mismos que hasta se les olvida la aritmética y piden recursos al gobierno actual, el cual tiene el presupuesto más grande en la historia de la educación, mientras que sus universidades cerradas los hacen perder millones de pesos y cientos de horas de clase.
El Estado tiene dos deberes que son garantizar las libertades y coadyuvar a los asociados, sin embargo, como todos los derechos, estos no son absolutos y el Estado tiene las facultades de inspección y vigilancia, por lo tanto, debería haber mayor regulación en la educación privada, mayores mínimos de calidad para erradicar tantas universidades de garaje, y por otra parte, sanciones más drásticas a directivos y profesores que usen universidades públicas como laboratorio de sus pensamientos políticos.
Es decir, para que haya realmente libertad educativa en Colombia (familias e individuos decidan con información perfecta dónde y qué quieren estudiar,) creo necesarios tres factores: i) Mayor regulación a la educación superior privada ii) Despolitización de las universidades públicas y iii) Gratuidad en universidades públicas con manejo eficiente y transparente de esos recursos. Claro que no tenemos una varita mágica para lograrlo en pocos años, pero es hora de tomar las decisiones sustanciales que permitan esa transformación futura.
Winston Churchill decía que “quién a los 20 años no es de izquierda no tiene corazón, y quién a los 40 años no es de derecha no tiene cerebro”, la elocuencia de esta frase retumba hoy en día más que en su momento, puesto que los jóvenes a raíz de las reacciones en masa y de la falta de obligaciones nos hemos vuelto especialistas en exigencia de derechos y en pelear contra el poder porque si y porque no. Pero se nos han olvidado nuestras obligaciones ciudadanas.
Publicado: marzo 14 de 2019