No puedo negar que me sorprendió sobremanera el comentario que en días pasados hizo el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en el sentido de que el presidente Duque no ha hecho lo suficiente para evitar que Estados Unidos siga recibiendo toneladas de cocaína producida en nuestro país.
Este asunto hay que verlo desde una perspectiva amplia y nadie puede siquiera imaginar que en 6 meses puede revertirse la herencia maldita que Juan Manuel Santos le dejó a Colombia.
Durante el gobierno anterior, mientras se negociaba con las Farc -el más grande cartel de las drogas del mundo- se decidió bajar la guardia frente a todos los elementos del narcotráfico.
Inaceptablemente, la fumigación aérea fue suspendida. Aquella fue una exigencia de la guerrilla en La Habana y Santos se replegó ante ella sin mayor problema, con la ayuda de la corte constitucional.
La herramienta más eficaz para combatir los cultivos ilícitos es la aspersión aérea. Es un procedimiento económico, que reduce significativamente los riesgos, es rápido y sus resultados se ven en un plazo medianamente rápido.
La guerrilla, que controla la mayor parte de los cultivos de coca, vendió el cuento de que la fumigación afectaba los cultivos de pancoger de los campesinos colombianos, lo cual no es más que un argumento que resulta atractivo pero que no es en absoluto cierto. El grueso de las plantaciones de coca, se encuentran en zonas donde el bosque nativo fue brutalmente deforestado por los cultivadores -la guerrilla-.
Acabar con las matas de coca, significa que se abre la posibilidad para la reforestación. Durante el gobierno del presidente Uribe el programa de las “familias guardabosques” que propendía por la erradicación voluntaria como complemento a la erradicación manual, dio resultados impresionantes.
Según el “Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos” de la ONU, en abril de 2010 -últimos días del gobierno del presidente Uribe-, los cultivos ilícitos bajaron a 68 mil hectáreas.
Regiones que otrora eran mares de coca, durante el gobierno de Uribe se inundaron con palma africana, caucho y madera, como en efecto sucedió en el Catatumbo.
Gracias a la complicidad de Santos con los cultivos ilícitos, esa región volvió a llenarse de coca y hoy alberga el 16% del total que hay en el país.
El presidente Duque tiene el más firme e irrenunciable propósito de luchar decididamente contra el narcotráfico, en todas sus etapas. Su gobierno, que se sustenta sobre el principio de la legalidad, no tiene duda ninguna de que la extradición es una herramienta fundamental para combatir a las estructuras que lideran el tráfico de estupefacientes.
En cuanto a las plantaciones de coca, hace algunas semanas vimos al presidente haciendo una sustentada exposición en la corte Constitucional, argumentando por qué es necesario que se vuelva a permitir la fumigación aérea.
Creo que no podemos desfallecer. Si el problema se limita al “Glifosato”, entonces hay que buscar otros herbicidas que tengan la capacidad de acabar con las matas de coca, sin afectar el medio ambiente.
Pero cada día que pase sin que se adopten medidas drásticas por cuenta de que la corte constitucional no lo permite, significará que sigan aumentando las hectáreas cultivadas.
Si los magistrados están tan preocupados por el ecosistema, deben saber que los cultivadores de coca son unos deforestadores voraces que no respetan frontera alguna. La erradicación rápida de coca, permitirá poner en marcha ambiciosos proyectos de sustitución de cultivos.
Colombia hoy tiene un problema de 200 mil o más hectáreas cultivadas. Los números no mienten. Se llegó a esa cifra durante el gobierno de Juan Manuel Santos.
Son 200 mil hectáreas que producen la cocaína suficiente para que grupos armados ilegales tengan los recursos suficientes para desestabilizar nuestra democracia.
En 6 meses poco se puede hacer para revertir la tendencia creciente. Y el margen de maniobra del gobierno Duque se reduce mucho más por cuenta del inaceptable impedimento que la corte constitucional le impone a la aspersión aérea.
Si alguien debe ser señalado y juzgado implacablemente por el aumento de los cultivos ilícitos, es Juan Manuel Santos, quien para adobar su acuerdo con el terrorismo, permitió que Colombia se convirtiera en un mar de coca que Iván Duque no ha podido drenar, no por falta de voluntad, sino por el bloqueo impuesto por la corte constitucional.
Publicado: abril 1 de 2019
4.5