El 6 de agosto del 2018, Juan Manuel Santos en alocución presidencial le afirmó al país: “Me voy tranquilo. Me retiro de la política”. Hoy, ni está tranquilo, ni se fue de la política.
Juan Manuel Santos reapareció de nuevo en la vida política del país, lo hizo participando activamente en la audiencia de la Corte Constitucional que debate sobre el uso del glifosato como mecanismo para combatir cultivos ilícitos. Y lo hizo con tanta audacia -normal en él-, que se dejó ver públicamente junto a tres magistrados de la Corte Constitucional mientras departían en un prestigioso restaurante capitalino el mismo día en que se desarrolló la audiencia del glifosato. Mala cosa para la Corte Constitucional.
Santos acudió a la audiencia por varios motivos. La fundamental: defender su obra de gobierno que consistió en pactar un acuerdo de impunidad con la banda narcoterrorista más antigua del planeta, y que incluye, como se desprende del acuerdo de La Habana, la prohibición estricta para utilizar glifosato por parte del Estado como mecanismo de erradicación contra los cultivos ilícitos; los cuales, gracias al pacto entre Santos y las FARC, dejó al territorio colombiano nadando en medio de más de 250 mil hectáreas de coca, marihuana y amapola.
La pregunta que deberían hacerse los magistrados de la Corte Constitucional es a quién beneficia económica, política y socialmente esa prohibición pactada entre Santos y Timochenko a espaldas de los colombianos.
Juan Manuel Santos no se va a retirar de la política, así lo deja ver en su melancólica entrevista para El País de Madrid. Y reaparece anunciando su libro, “la batalla por la paz”, que en esencia es una recopilación de supuestos confidenciales donde pretende atacar como prioridad literaria y política a los opositores de su proceso, de su obra de gobierno, La Habana, De otra parte, busca dar un parte de tranquilidad a sus socios negociadores que el pacto no está peligro, que lo va a defender desde su estatus de Nobel de Paz.
Santos, y los arquitectos del acuerdo están intranquilos, preocupados por el pésimo desarrollo que ha tenido el acuerdo de paz entre la misma guerrilleada, la opinión pública y el por desarrollo legislativo y legal que no tiene los mecanismos de compra y venta que tuvo en el pasado, eso los angustia.
La columna del acuerdo de paz es la Justicia Especial para la Paz, y esa columna quedó mal fundida y diseñada, corre riesgo de colapsar, Santos y los arquitectos de la columna lo saben, por eso reaparecieron con fiereza, como lo hizo el excomisionado Sergio Jaramillo en Noticias Caracol que a través de insultos al Presidente Duque, pretendió mostrarlo como el enemigo de la paz por haber acudido a las objeciones presidenciales contra la ley estatutaria de la JEP.
Santos y sus aliados, entre ellos varios periodistas, pretenden convertir en cualidad política y de Estado la traición, hipocresía y farsantería. Lo hacen para minimizar el impacto que está teniendo en la opinión pública y en sectores internacionales los desafuero que se vienen presentando en la recién creada Jurisdicción de Paz, y que dejan mal parado al expresidente Santos quien vendió ese adefesio como algo novedoso en el derecho internacional y en la solución de conflictos, y que de seguir descubriéndose los amarradijos de ese “tribunal” tarde o temprano tendrá que someterse a una profunda reforma que implique el control de la jurisdicción ordinaria o por el contrario su liquidación.
Santos también reaparece en política, porque estamos a siete meses de elecciones regionales donde se juega una vez más el ajedrez político y electoral del país, él y sus aliados de la Unidad Nacional lo saben. Pero quienes se niegan a considerar esa realidad histórica y práctica de la política nacional es el mismo gobierno del Presidente Duque, quien mantiene en distancia prudente al Centro Democrático y sus aliados políticos. El Presidente Duque y sus asesores deben entender que se juegan la estabilidad del gobierno en las elecciones regionales.
El Senador José Obdulio Gaviria, resume el debate de la traición de Santos a sus electores de una manera particular, pero pedagógica. “De un felón, espero felonías. De un mendaz, espere mendacidad. De un imbécil, espere imbecilidades. De un truhan, espere trampas…”
Lo que viene de Santos en su versión de expresidente es pavoroso.
Publicado: marzo 26 de 2019