La senda de saqueos de los mamertos en Bogotá comenzó con el mal recordado Lucho Garzón: el origen del desastre en el que se encuentra sumida la capital de la República empezó de la mano de ese sujeto, impresentable por demás, y de sus amigotes de la izquierda y sectores liberales. Y es que nada bueno podía salir de una alianza política inventada por Ernesto Samper, el cínico expresidente elegido por el narcotráfico, que se aferró a Bogotá después de que concluyó con dificultad su accidentado y nefasto gobierno, para traernos la plaga que tiene a la capital en un estado de inviabilidad.
Samper encontró un camuflaje perfecto en la campaña de Lucho Garzón, para entrar, cual caballo de Troya, a cogobernar, a cambio de dividir y fraccionar al Partido Liberal, dejando solo al candidato de entonces de esa colectividad, para terminar, así, expoliando a Bogotá desde ese primer infausto gobierno zurdo. Garzón “gobernó” entre los excesos del licor y la rumba, mientras sus adláteres, guiados por el “faro moral” de Samper, arrancaron a ejecutar el robispicio más grande de todos los que se hayan conocido en la tierra del Sagrado Corazón de Jesús.
Por esa condescendencia inveterada que el establecimiento, los medios de comunicación y los órganos de control sienten por la izquierda, nunca se investigaron los millonarios negocios que iban y venían en el acueducto de Bogotá, en épocas de Edgar Ruiz y su asesora estrella, que han pasado de agache ante la mirada cómplice de todo el mundo. Así hay decenas de ejemplos en cada una de las dependencias que estuvieron bajo el mando del borrachito Garzón.
A mí no se me olvida la financiación en efectivo que llegó a la campaña de Garzón, por parte de al menos, un zar del transporte, al que después le pagaron con la Secretaría de Tránsito y fue así como se volvió multimillonario ante la vista de muchos que hoy se rasgan las vestiduras hablando de honestidad y probidad. Al empresario de marras le alcanzó el robo hasta para comprar minas de esmeralda. La ETB fue el “coto de caza” para aceitar con una publicidad desbordada en costos, a los medios de comunicación que también hicieron su parte, posando de “huevones”.
Ese camino que prostituyó a Bogotá continuó con Samuel Moreno, ¡y de qué manera caballero! La fórmula fue la misma: Samper se llevó al Partido Liberal, en coalición con toda la izquierda radical. En ese “aquelarre” signado por las apuestas particulares, intereses económicos y ansias de poder, estuvieron varios “impolutos”, a saber: Clara López, era la segunda a bordo de Samuel, y frente al despacho de ella desfiló en pleno “el carrusel de la Contratación” (pero, como ocurrió con el elefante de Samper, Clara no lo vio); Jorge Robledo fue el pilar político de los “cleptómanos” hermanos Moreno y hasta el día de hoy no se le ha escuchado crítica alguna por el latrocinio descarado al Distrito.
En ese gobierno y a ese bus que llevó a la victoria a Samuel Moreno, se subieron también el “Señor de las Bolsas”, Gustavo Petro; Iván “el Terrible” Cepeda, Carlos Romero y toda la mamertera. No hay espacio para traer a colación tantos detalles sobre la corrupción de la alcaldía en esos años, cuyo secretario general era el “sacamicas” de Samper, un tal Yury Chillán; basta con decir que hace dos días condenaron al jefe íde esa banda, Samuel Moreno, a la ejemplarizante pena de 39 años de prisión.
Moreno está condenado, pero faltan muchos otros mamertos que robaron a manos llenas en su gobierno y que hoy gozan de sus “mamerti-fortunas”, en absoluta impunidad. Sobra decir que hay delitos que no han prescrito; por lo tanto, aún hay posibilidades de hacer pagar a tanta rata suelta.
La trocha abierta por Garzón y Moreno desembocó en el peor gobierno que ha tenido Bogotá en toda su historia: el desastre populista de Gustavo Petro, destituido y luego restablecido en el cargo, por cuenta de un negocio electoral que este hizo con el Tartufo Santos, para apoyar la reelección del último y la falsa paz de La Habana.
Esa es la maldita herencia de corrupción y caos que padecemos en Bogotá, por cuenta de una izquierda saqueadora, que actúa como los piratas (arrasando todo lo que a su paso encuentran), cuando tiene la oportunidad de gobernar. Ese cáncer se produce aquí y en todas partes: Castro, Lula, Chávez, Kirshner, Evo y Ortega.
La gran paradoja es que la baraja que se vislumbra para las próximas elecciones es poco halagadora: la lenguisuelta Claudia López, socia electoral de Petro; Antonio Navarro, el exguerrillero compañero de armas de Petro, y como él nunca juzgado; Lucho Garzón, el “calanche” de Samper, y Hollman Morris, el drogadicto y maltratador de mujeres, llave de Petro en el Concejo.
¿Será que Bogotá no tiene memoria? ¿Será que la institucionalidad seria no va a encontrar una candidatura que le haga frente a ese ramillete de mamertos impunes?
Publicado: febrero 17 de 2019