Camille Flammarion fue un famoso astrónomo francés que vivió en la segunda mitad del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX. Fuera de su notable aplicación a las matemáticas y el estudio de los astros, se destacó a través de investigaciones muy juiciosas y detalladas que hizo en torno de lo que hoy llamamos fenómenos paranormales o parapsicológicos.
Contrariando tendencias dominantes en su tiempo, presentó una muy convincente refutación del materialismo, dentro de una tónica similar a la de un libro relativamente reciente de Charles Tart, «The End of Materialism», que he mencionado en este blog en otras oportunidades (Vid. https://www.amazon.com/End-Materialism-Evidence-Paranormal-Bringing/dp/1572246456). Su obra principal en este campo es «La Muerte y su Misterio». Poseo una edición castellana en tres volúmenes, publicada por Aguilar en México en 1947.
Dos tesis fundamentales emergen de las investigaciones de Flammarion: la existencia real de lo sobrenatural y la supervivencia del alma respecto de la muerte del cuerpo biológico.
Flammarion escribió en una época en que el espiritismo se puso de moda, para después desacreditarse por la proliferación de fraudes y de una literatura fantasiosa, supuestamente basada en revelaciones de entidades procedentes del más allá que chocaban con creencias religiosas dominantes y hasta con el buen sentido.
Otro motivo de descrédito de las experiencias espiritistas radica en su evidente peligrosidad. Tomarlas como un juego, sobre todo por medio de la Ouija, no solo ha generado obsesiones, sino otros efectos que evidencian la acción de entidades malignas. Sobre el particular hay abundante literatura y yo mismo conozco de buena fuente casos verdaderamente aterradores de personas que imprudentemente se han aventurado a ese juego.
La Iglesia, siguiendo una tradición que viene del Antiguo Testamento, se ha mostrado reacia a estas experiencias, y con buenas razones, dado que ellas pueden dar lugar a tendencias morbosas, a engaños por parte de quienes las ejercitan y, lo peor, a abrir portales que sería preferible mantener bien cerrados.
Hay, por otra parte, una razón muy poderosa para desaconsejarlas, ya que a los difuntos es preferible no perturbarlos. Sé de una dama cuyo esposo falleció en circunstancias trágicas y ella se dedicó a invocarlo por medio de la Ouija. Un buen día una vecina le comentó que el esposo se le había aparecido en un sueño, pidiéndole que le dijera que estaba bien y dejara de molestarlo. con sus invocaciones.
Una amiga mía que enviudó precozmente cuenta que poco tiempo después de la muerte de su esposo pasaba cerca de una oficina y se le ocurrió hacer una diligencia que tenía pendiente en ese lugar. A su lado, en la sala de espera, había una mujer desconocida para ella que, de pronto, le dijo: «Déjelo ir». Mi amiga replicó: «¿A quién?». La desconocida le dijo:»Al señor que entró con usted, que venía con una chaqueta de cuero a la que le faltaba un botón». Mi amiga reconoció ahí la descripción de su finado esposo, a quien, en efecto, le gustaba mucho lucir esa chaqueta.
Provocar las manifestaciones de los difuntos los perturba y es tan indeseable para ellos como peligroso para quienes lo intentan.
No obstante ello, hay manifestaciones espontáneas de quienes habitan lo que Jean Prieur ha denominado el «País de Después» (Vid. https://aquialla.wordpress.com/category/el-pais-de-despues/). Esas manifestaciones nos ofrecen valiosísimas enseñanzas acerca de lo que le sucede al alma después de la muerte.
Unas de esas manifestaciones se dan en las Experiencias de Muerte Cercana (EMC; en inglés, NDE: Near Death Experiences), sobre las que se consigue muy abundante bibliografía, dentro de la cual se destacan libros como «La Muerte: un amanecer», de la Dra. Elisabeth Kübler-Ross; «Vida despues de la vida», del Dr. Raymond Moody; o «La Prueba del Cielo: el viaje de un neurocirujano a la vida después de la vida», del Dr. Eben Alexander (Vid. http://madrid.iacworld.org/experiencias-cercanas-a-la-muerte-libros/).
El examen de las experiencias de quienes han salido del cuerpo habiendo sido declarados clínicamente muertos y luego han resucitado es contundente, pese al infundado alegato de quienes aducen que son producto de alucinaciones producidas por la química cerebral de los agonizantes. El Dr. Tart demuestra que esos testimonios acreditan experiencias reales que en, general pero no siempre, siguen ciertos patrones. Uno de ellos es el contacto con parientes difuntos.
A partir de sus experiencias con agonizantes, el Dr. Jean-Jacques Charbonier publicó un texto de referencia, «Les 7 bonnes raisons de croir à l’au-delà» (Vid. Les 7 bonnes raisons).
Muchas otras manifestaciones ocurren a través de los que ahora se llaman canalizadores y antes médiums.
El fenómeno de la mediumnidad es conocido en todas las culturas, pero solo en los últimos tiempos ha sido objeto de investigaciones rigurosamente científicas, como las que adelanta el Instituto Winbridge (http://www.windbridge.org/). Mis experiencias personales al respecto no me dejan dudas acerca de la confiabilidad de ciertos médiums. Pero sería una historia larga de contar.
Debo destacar los estudios de Jean Prieur, a quien cité atrás, y el padre F. Brune, ambos recientemente fallecidos en Francia y autores de libros tan serios como «Los muertos han dado señales de vida» y «Mis encuentros con los muertos», que pueden consultarse en el blog Teología de Aquí-Allá, de Alfredo Camarero-Gil. El sitio de Victor Zammit es muy polémico, pero ofrece también aportes bastante significativos para el estudio de estos asuntos. Zammit es un abogado australiano que aplicó las técnicas de investigación jurídica al caso de la supervivencia. Publica todos los viernes en su Friday Afterlife Report noticias y comentarios sobre el Más-Allá y es posible suscribirse para recibirlo gratuitamente.
Las informaciones que por estos medios se obtienen deben ser objeto de discernimiento. No todas son creíbles ni pertinentes. Puede haber distorsiones en la transmisión y la recepción de los mensajes. Pero muchas son del todo confiables y no provienen, como ciertos prejuicios indican, de entidades malignas o burlonas. Como lo muestran las referencias de Jean Prieur y el padre Brune, los hay de profundo contenido espiritual y muy exquisita elevación mística, tales como los de Pierre Monnier y Roland de Jouvenel (https://elcarterodepierre.wordpress.com/2014/07/27/francois-brune-mis-encuentros-con-los-muertos-4-capitulo-2/).
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: febrero 15 de 2019