Ha dicho la cuestionada e ilegítima jurisdicción especial para la paz, JEP, que el presidente Duque y el fiscal general, Néstor Humberto Martínez, tienen la última palabra respecto de la suerte del capo alias Jesús Sántrich, capturado desde abril del año pasado en el marco de una gigantesca operación contra el tráfico de estupefacientes.
Según la JEP, son el fiscal y el presidente a quienes les corresponde definir si Sántrich continúa o no en la cárcel mientras culmina el proceso de extradición hacia los Estados Unidos de ese peligroso narcotraficante.
Es evidente que el mafioso debe seguir a buen recaudo del INPEC, pues es obvio que en caso de ser liberado huirá de la mano de su socio de narcotráfico, Iván Márquez quien, desde hace más de un año está en la manigua, haciéndole el quite a la administración de justica que tarde o temprano lo requerirá para que responda por narcotráfico, pues si hay algo cierto es que la estructura mafiosa en la que participaba Sántrich, alias Iván Márquez jugaba un papel de primer nivel.
Bajo ninguna circunstancia, el presidente Duque debe dejar este asunto en manos de su errática e incompetente ministra de Justicia, esa misma que por desidia -o complicidad- permitió que se embolatara un documento que resultaba fundamental para lograr que Sántrich sea extraditado a los Estados Unidos.
Son pocos los colombianos que quieren ver a Sántrich en la calle y mucho menos ocupando la inmerecida curul en la cámara de Representantes que le obsequió Juan Manuel Santos. Ese tipo es despreciable desde todo punto de vista y como cualquier otro mafioso, debe ser tratado con severidad y sin contemplación alguna.
Como bien dijo la señora vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez en su cuenta de Twitter: “Pido a la JEP facilitar extradición de Sántrich, Colombia no puede tener una actitud ambigua frente a lo que ha sido siempre (sic) una determinación del Estado colombiano, extraditar a todos los narcotraficantes que sabemos cuánto daño le han hecho a este país”.
La sociedad colombiana, mayoritariamente se ha opuesto a los exagerados beneficios que han recibido los facinerosos de las Farc. El acuerdo benigno que Santos le regaló a esa banda criminal fue improbado por el pueblo y en 2018 se eligió -con la votación más alta de nuestra historia republicana- a un presidente avalado por el partido político que lideró la oposición al acuerdo celebrado con esa estructura delincuencial.
Así las cosas, sólo hay dos lugares en los que puede estar el mafioso Sántrich: la cárcel La Picota de Bogotá o la celda que lo espera en los Estados Unidos, país en el que tendrá que responder judicialmente por delitos de narcotráfico.
Publicado: febrero 6 de 2019