SDe los 20 cadetes que murieron en el reciente atentado a la Escuela General Santander (ECSAN), 11 habían dedicado sus cortas vidas al deporte, y digo cortas porque a pesar de haber obtenido grandes reconocimientos en sus respectivas disciplinas, estaban en edades que oscilaban entre los 18 y 24 años, muestra de que aún tenían mucho por entregar.
Además de otros nueve jóvenes virtuosos, en el cobarde ataque del ELN murieron tres atletas, tres voleibolistas, tres futbolistas aficionados, un lanzador de disco y un taekwondista.
Luis Alfonso Mosquera, por ejemplo, era el mejor lanzador de disco que tenían las Fuerzas Militares, y lo confirmó el año pasado cuando se colgó el oro en los Juegos Interescuelas; Fernando Iriarte, Jonathan Suescún y Felipe Manjarrez eran promesas del voleibol nacional, y los dos últimos estaban becados en la ECSAN por su alto rendimiento deportivo; Alan Bayona, Carlos Campaña y Christian González, integraban la liga de atletismo de las Fuerzas Armadas; Óscar Saavedra era un destacado karateka que se había vinculado a la liga de taekwondo de la Institución; y los tres restantes, Diego Molina, Steven Prada y Diego Pérez, vivían un eterno romance con el fútbol.
Se nos llevaron a los mejores, sin duda, a los que con esfuerzo les regalaron alegría a sus departamentos y municipios; a los estudiantes; a los perseverantes; a los que se alejaron de malos caminos para servirle al país; a los mejores hijos, hermanos y amigos; a los deportistas, y por eso duele más el miserable crimen.
Pero qué equivocada está la guerrilla del ELN con sus acciones ofensivas que contrarían rotundamente a su supuesta voluntad de paz; se equivoca en el objetivo: el pueblo al que defiende en sus consignas, sus retoños, en verdad; y en el método de guerra, a todas luces premeditado, acechante y alevoso.
Ante tal desparpajo no nos podemos quedar con los brazos cruzados. Es por eso que los colombianos que hemos vivido la guerra en carne propia, coincidimos con el presidente Iván Duque en que los cabecillas del ELN deben ser extraditados, porque aunque muchos lo pongan en duda, no hay protocolo alguno que esté por encima de la Ley, ni de la vida misma.
El ELN debe pagar por todo el dolor que le ha causado al pueblo colombiano, por cada ataque, por cada muerte causada, pero en especial, esa guerrilla y todos sus miembros tendrán que pagar con creces el haber atentado contra los hijos de Colombia, y porque con su belicoso accionar se nos llevaron, no a cualquiera, sino a los mejores.
Publicado: enero 24 de 2019