“¡No hagan drama! los actores intelectuales del atentado terrorista serán honorables congresistas, conferencistas, modificaran la Constituciòn Política, marcharan para exigir renuncia del Fiscal, desmontar el Esmad; y los actores materiales sembraran aguacate.” Así triné desde mí cuenta @LaureanoTirado el 17 de enero a las 11:20 A.M. dos horas después del horripilante y macabro acto de barbarie perpetuado por la banda terrorista denominada, Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Escribí con serenidad, sin rabia, sabiendo que causaría indisposición y rechazo en algunas personas, inclusive amigos; lo hice después de repasar la historia de dolor y sangre que ha vivido Colombia, donde loas acciones de terror más dolorosos y estremecedores han quedado en la impunidad. El ELN ha cometido desde su creación (con la toma terrorista al municipio de Simacota, Santander, 1965), igual y peores actos como el ocurrido en la Escuela de Policía General Santander.
En Machuca, corregimiento de Segovia, Antioquia, masacraron 84 humildes campesinos; el departamento de Arauca ha sido víctima sistemática del ELN, en su territorio han cometido todas las acciones criminales imaginables e inimaginables contra la sociedad civil durante varias décadas; el sistema de gasoductos y poliductos de empresas públicas y privadas es el blanco deportivo del ELN, generando fuera de irreparables daños ambientales, perdidas económicas a la estructura financiera del Estado; secuestros como el del avión de Avianca, plan pistola contra la fuerza pública, tomas, extorsiones, presiones, intimidaciones, desplazamientos… sin profundizar en lo ocurrido en patio cemento (1966), Remedios (1972), EL Bagre (1988), Puracè (1995), Fortul (2008) son el paisaje de barbarie del ELN desde su creación.
La masacre de 21 policías en formación académica es dolorosa, indignante, irreparable, no da espacio para análisis ni menos para justificación alguna, fue un acto de terror y un hecho terrorista, punto.
Pero la otra cara de la moneda, la maniqueista, la hipócrita, la cierta, la nuestra, la de todos los días, es que en un par de meses conoceremos vía comunicado o se filtrara que Iván Cepeda, Álvaro Leiva, o cualquiera de esos mensajeros del terror están en misión humanitaria, delegados del alto gobierno o de las Naciones Unidas, ultimando detalles para reiniciar, una vez más, la mesa de diálogo que tendrá como garantes a los mismo de siempre, Noruega, Cuba, Venezuela, y una vez más, escucharemos a los bandidos como “Pablo Beltrán”,” Gabino”, “Antonio García”, hablando con voz anacrónica justificando la muerte por todos los medios de comunicación. Dirán que lo hicieron por nosotros, por los pobres, por la miseria, que su lucha cristiana contra el Estado opresor es su razón de vida, y de ahí, haremos transito a otro estadio, igual o peor que el de La Habana, donde se modificará, una vez más, la conciencia y dignidad de la gente para que aceptemos impunidades que deberían avergonzarnos.
Colombia perdió hace tiempo el honor y la dignidad. Aquí nos anestesiaron para aceptar como gran triunfo de la civilidad criolla que negociar con narcotraficantes y terroristas es un acto que da hasta para un Nobel de Paz. Con el ELN van a negociar, así digan de mil formas que no se negocia con terroristas, lo harán como se negoció con Pablo Escobar, con el M-19, con Petro y Navarro, como lo hicieron con las FARC a pesar de que en las urnas rechazaran esa infamia, a pesar de varias y multitudinarias marchas contra las FARC.
No más marchas, plantones, velatón, hashtag, tendencias, no más simbolismos que solo alientan más impunidad. Lo que yo espero del Gobierno de Iván Duque es que regrese el imperio democrático de la Justicia, justicia pronta, cumplida, eficaz, y ejemplarizante.
Ante la barbarie terrorista solo espero del Estado todo el poder de su fuerza armada, sin pausa ni nobleza. Conmigo no cuenten para más pendejadas.
Publicado: enero 22 de 2019