La palabra es la creación del hombre que evoluciona simultáneamente con su creador. La apasionante historia de las palabras es la misma que da cuenta de las instituciones públicas, de los hechos culturales y sociales que van por el camino de las civilizaciones. Esta reflexión es aplicable a dos palabras que son muy útiles para los comunicadores, los escritores y formadores de opinión, porque simplifica la tarea de penetrar en las escuelas de la filosofía política y de dilucidar los contenidos de los partidos, agrupaciones, movimientos y demás organizaciones que trabajan por alcanzar la victoria en la lucha por el poder .
En el rico mundo de las ideas aparecen comentaristas, analistas, profesores y ciudadanos del común para quienes solo existen la izquierda y la derecha como términos absolutos y excluyentes. Son los ortodoxos que, como centinelas, cuidan la doctrina. Piensan con el molde binario: patrones versus trabajadores, empresarios versus proletarios, buenos contra malos, negro versus blanco, creyentes versus ateos, etc. No perciben que entre lo negro y lo blanco hay matices de diferente intensidad. En las labores y tácticas, en los partidos y movimientos políticos hay predicadores ortodoxos y corrientes moderadas que dibujan propuestas heterodoxas. Los ortodoxos suelen ser agresivos y hablan excátedra. Convierten la misión de la política, cual es la búsqueda de la felicidad personal, familiar y colectiva, en una piara que incinere los disidentes.
Cuando una nación como la nuestra ha tenido largos períodos de confrontación violenta como liberales versus conservadores (izquierda y derecha) , comunistas versus demócratas (izquierda y derecha) la ciudadanía se traslada a posiciones de centro. El centro del espectro político se consolida con proyectos y nuevos líderes que deberán sortear las dificultades propias de su crecimiento ideológico.
En Colombia tenemos una historia que evalúa los conceptos izquierda y derecha de manera confusa, aún para los politólogos y estudiosos del tema. No sabemos si la democracia es de izquierda o de derecha, no obstante haber surgido de los esfuerzos militares de los libertadores con formación en los calderos de las revoluciones norteamericana, inglesa y francesa. Hemos coronado de gloria por su asesinato doloroso a un caudillo fascista, formado en la Italia de Mussolini, que fungía de socialista: Jorge Eliécer Gaitán, por lo tanto era la izquierda, mientras su contrincante, Gabriel Turbay, un intelectual curtido en democracia, era la derecha. Una guerrilla marxista leninista, que durante cincuenta años llenó de muerte y terror, que impidió siempre el desarrollo de corrientes no armadas, obtuvo un acuerdo de desmovilización y de no imputabilidad, con un tribunal domesticado a sus pies. Era y es la izquierda “heroica”. En cambio las víctimas y los ciudadanos que son críticos activos de sus crímenes, militan en la derecha.
Con estas incongruencias, los calificativos izquierda y derecha son pasto y cosecha para desorientar a incautos. De lo que se trata hoy es ir a las cosas como son: estamos por la democracia o estamos por el totalitarismo. La democracia está llena de trampas y arenas movedizas. Con maquillaje un jefe político puede aparentar ser una pieza integral en respeto por las ideas de los demás, por ejemplo, pero resulta un pirata esclavista- Ocurre igual con quienes se cobijan con el nombre de Dios y alguna de las iglesias, pero detrás del velo espiritual esconde al lobo, al fanático capaz de encender una guerra religiosa.
Cuando el fabulador fabula, no sabemos si es caballero o mula. Los gobiernos deben ser superiores a los anteriores. Así los ciudadanos aprenden el difícil “arte” de administrar la “res pública” y parodiar deben al poeta: “gobiernos blandos y timoratos, donde hay sequía/ no mandéis patos”.
Jaime Jaramillo Panesso
Publicado: enero 16 de 2019