Uno de los nutrientes de la sociedad del conocimiento, para que esta crezca fuerte, es la protección del cerebro de nuestros niños. Esta medida de prevención empieza desde el mismo momento de la concepción y no termina nunca.
El cerebro tiene un perfil de desarrollo único. Nace pesando 350 gramos y a la vuelta del primer año debe estar alrededor de los 900 gramos. Cuando tiene 5 años alcanza prácticamente el 90% del peso del adulto. En los primeros años de vida los aportes calóricos no pueden faltar; es en esta etapa donde ocurre el mayor rango de crecimiento. Por otra parte, se establecen las conexiones y tramado neuronal: es el periodo de la interconexión.
Como un rosal se comportan los axones (vías de comunicación neuronal); los débiles se mueren, dan pasos a tallos fértiles y vigorosos. Así, las nuevas conexiones se consolidan duraderas y permanentes. Un tallo fuerte, da origen a múltiples ramas por donde debe caminar la educación, la información y el desarrollo del maridaje cerebral. Este mecanismo neurofisiológico, arborización y poda cerebral, exige que nuestros niños tengan una nutrición adecuada. Así de simple, sin comida no hay calorías y esta es la gasolina que enciende el motor del desarrollo cerebral.
Es la época de las iguanas. La veo intrépidas, caminando sobre las ramas de los frondosos palos de mango que protegen las riberas del Rio Sinú. Pienso en el cerebro triuno y como del periodo reptil la evolución de la especie, catalizada a través de la educación, nos llevó al neocórtex centro de nuestros pensamientos. Imagino la educación como las iguanas: recorriendo todos los vericuetos y entramado neuronal .Cuando llega a una rama frágil, la iguana pierde el equilibrio y a pesar que intentar agarrarse cae al suelo. Muchas veces sufren una caída mortal. Igual pasa con la educación: a pesar de que llegue si no encuentra un cerebro vigoroso, con sanas conexiones y firme cableado cerebral el mensaje no llega. El conocimiento, creatividad e investigación no tienen por donde transitar y acampar.
Cuando leo en las noticias y escucho las desviaciones que son víctimas los subsidios de los niños del Plan de Alimentación Escolar, por la ambición inmisericorde de los corruptos, solo alcanzó a decir: ¡no hay derecho!. Quien responde por 84 mil millones de pesos que le correspondían a los 8 millones de muchachos matriculados en los 13 mil colegios del pais. Como explicar que cerca de 2 billones de pesos que maneja el PAE, distribuidos en casi 220 mil pesos por cada escolar se han embolatado.
Estos delincuentes arrogantes, sin escrúpulos, como entienden el sentido del disfrute: como hacen para gozar y estar en paz .El apartamento de la playa, donde se pavonean los fines de semana, es producto del ilícito. Vean bien sus pisos de mármol, son las neuronas infantiles deshecha de los prescolares el tapete por donde caminan. ¿Cómo disfrutan el paisaje y la vista al mar? Las persianas de sus ventanas panorámicas son los axones arrancados de las conexiones cerebrales de los escolares .Como saborean los manjares y excentricidades – langostas y champagne -, sello de la ostentación del corrupto, preparados a expensas de las colas de las dendritas infantiles de nuestros niños.
Los que se roban los alimentos de nuestros niños deben estar en la cárcel, sin privilegios. No hay peor delito que supere sus repercusiones sociales: lesionan en forma irreversible el potencial de desarrollo cerebral de nuestros infantes. El daño que hacen tiene unos desenlaces negros en el futuro de la patria; agujerean la educación, salvavidas de la equidad. No encuentro palabras para expresar esta crueldad: lucrarse a costa de embrutecer nuestros pequeños.
Cuando vamos a despertar. Ojalá el 2019 sea el año del control social.
Publicado: enero 18 de 2019