El escándalo mediático suscitado por unas palabras de cortesía del presidente Iván Duque al canciller Mike Pompeo, dejó en ridículo a historiadores académicos y de academia, que supusieron un supuesto gazapo del mandatario.
Corrieron ríos de tinta sobre el “craso error” y se desparramaron los sabios en actitud doctoral, vaticinando el terremoto del Bicentenario, pero el presidente no se dio por enterado y su gobernanza continuó sin rectificar ni rebatir.
Atrás quedaron chapoteando el cieno los historiadores que se unieron a las arcaicas izquierdas, que critican por criticar cualquier gestión del presidente, así sea la que lleva el pan para sus hijos y la educación, el desarrollo y las oportunidades.
Debo reconocer que mis amigos y defensores del aserto presidencial tampoco estuvieron a la altura, porque en mis largos años de debate, aprendí que cuando el adversario se equivoca, no se le puede contra argumentar entre el barro de sus errores, porque se ahogan los dos. Si el adversario insiste, que se ahogue solo.
Las palabras del presidente fueron:
“Hace 200 años el apoyo de los padres fundadores de los Estados Unidos a nuestra independencia fue crucial, por lo que recibir hoy su visita nos llena de alegría y de honor, precisamente este año del Bicentenario, tan importante para nuestro país”
¿Qué más veraz y oportuno para la ocasión?
No nos apoyaron con barcos, ni cañones; ni bautizando veinte generales y otras tantas ciudades con el nombre de Bolívar; ni con la medalla de Washington en la escultura de Pietro Tenerani. Eso es irrelevante y hace parte del barro del error.
Los colombianos habíamos aprendido desde la escuela que las causas externas de nuestra independencia fueron entre otras, la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos, hasta que nos contaminó la historia iconoclasta de Kalmanovitz y la de los intérpretes del marxismo histórico, con sus abominaciones leninistas, de tan buen recibo en las universidades de hoy.
De los 7 padres fundadores de los Estados Unidos, solo 4 sobrevivieron hasta las guerras independentistas de Suramérica, pero ya habían levantado en 1776 las 13 colonias británicas para organizarlas como República Confederada y habían puesto en práctica lo que constituyó la alteración revolucionaria de los sistemas políticos imperantes de entonces.
Mucho más allá de su propia independencia, incluso de la “Filantropía Agrandada” del Padre Fundador James Madison, quien accedió a vendernos armas en medio de sus litigios fronterizos con España, este experimento le resolvió a los criollos oprimidos, con ansia de respirar sin cadenas, dos grandes dudas: la de cómo independizarse de los europeos, y más importante, el qué hacer con la papa caliente de la independencia.
“We the People of the United States, in Order to form a more perfect Union, establish Justice, insure domestic Tranquility, provide for the common defence, promote the general Welfare, and secure the Blessings of Liberty to ourselves and our Posterity, do ordain and establish this Constitution for the United States of America” (Preámbulo de la Constitución de Estados Unidos de América”
“Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer Justicia, afirmar la tranquilidad interior, proveer la Defensa común, promover el bienestar general y asegurar para nosotros mismos y para nuestros descendientes los beneficios de la Libertad, estatuimos y sancionamos esta CONSTITUCION para los Estados Unidos de América” (1787)
De este preámbulo surgió la inspiración de las palabras de Iván Duque al Canciller norteamericano. Ese iluminar al camino, fue el apoyo crucial de los padres fundadores a las independencias del sur.
Ellos, esforzándose por desterrar el colonialismo europeo de América, nos despejaron en la práctica los conceptos de Democracia, Soberanía, Legitimidad, Republicanismo, Justicia, Asambleísmo, Control Constitucional; la noción del pueblo que elige, legisla y ejecuta y la premisa de la Constitución como documento escrito de valor superior y permanente, que contiene normas fundamentales de organización del Estado.
Con su influencia nos refundamos igual que en Norteamérica, como República Confederada, llamada en el Acta de Constitución de 1811, Provincias Unidas de la Nueva Granada.
Nuestro Presidente sabía esa historia, ignorada o tergiversada por mamertos y por mucho historiador acreditado.
Y punto final.
Publicado: enero 14 de 2019