Tres millones de venezolanos que han tenido que salir de su patria en búsqueda de su próximo plato de comida, de atención médica y de poder enviarles a sus familiares lo poquito que les sobra por fin vieron una luz al final del túnel. El 23 de enero marcó un hito para la lucha de millones de venezolanos contra un régimen delincuencial que les ha robado la libertad y la esperanza a toda una generación. La salida de Maduro y de sus esbirros es la única posibilidad que tienen de regresar a sus hogares.
A nosotros los colombianos se nos parte el alma en mil pedazos cuando en nuestro panorama diario vemos a los venezolanos en la calle viviendo de la caridad del prójimo. La semana pasada conocí a una joven pareja que deambulaba por las calles de Barranquilla. Con la intención de darles un poco de descanso y de escuchar sus historias, las personas con las que me encontraba decidimos invitarlos a comer. Salvador de 23 y Jenny de 21 llegaron en bus este pasado Diciembre dejando atrás unos estudios que no pudieron culminar porque el solo costo del cuaderno equivalía a casi la mitad del salario mínimo. Ambos trabajaban en Caracas, ella como vendedora en una joyería y él en refrigeración y nos contaron lo que la mayoría de nosotros sabemos, el salario no les alcanzaba para comer y no hay medicina. El padre de Jenny que sufre de presión alta lleva un año sin poderse tomar sus remedios. Lo que significa que, las personas con enfermedades tratables en Venezuela están condenadas a muerte.
Salvador y Jenny no solo carecían en su país de lo mínimo para sobrevivir, también estaban en la absoluta inopia de lo que realmente sucede en Venezuela. Les pregunté por Lorent Saleh y su lucha – no tenían ni idea de quien les hablaba – pregunté por el asesinato del concejal opositor Fernando Albán al que lanzaron de un décimo piso del Helicoide y tampoco sabían nada. Después de mirarnos con cara de perplejidad Jenny me preguntó, “¿es cierto que Venezuela era un país rico antes de Maduro? Porque hay gente que dice que no.” Yo no podía creer lo que estaba oyendo. El daño que le hizo el régimen a toda una generación va más allá de lo imaginado. Cuando nos despedimos sentí una profunda desesperanza porque sabía que la única oportunidad de un futuro normal dependía de la salida de un régimen dictatorial que no se iría sin poner la pelea.
Después de muchos años de lucha y de marchas que les costaron la vida a centenares de venezolanos se dio el único elemento que faltaba para poner al régimen en jaque: el apoyo de la comunidad internacional. Estas últimas elecciones en Colombia y Brasil fueron determinantes. Los tres últimos presidentes de Brasil (Lula da Silva, Rousseff y Temer) y el de Colombia Juan Manuel Santos cómplices y parte del comité de aplausos de los chavistas fueron remplazados por Jair Bolsonaro e Iván Duque, dos mandatarios que marcaron una nueva pauta en el discurso. El día antes de la gran marcha convocada el 23 de enero los Estados Unidos comenzaron a enviar mensajes amenazantes contra Maduro y tan pronto Juan Guaidó tomó juramento como presidente interino ante miles de manifestantes, la Casa Blanca emitió un comunicado reconociéndolo cómo presidente e invitando a los demás países del hemisferio occidental a que hicieran lo propio. Así fue, uno a uno los países que defendemos la democracia y repudiamos la represión manifestamos nuestro apoyo incondicional.
La reacción de Maduro no se hizo esperar. En un atropellado discurso y en un acto ejecutivo extemporáneo decidió romper relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y darles 72 horas para que toda su delegación salga del país. Los Estados Unidos le respondieron que su orden carece de legitimidad porque él ya no es presidente. Estas 72 horas que culminan el sábado 26 serán determinantes. Si Maduro decide ingresar a la fuerza a la Embajada norteamericana se expone a que los Estados Unidos respondan con igual o mayor fuerza y termine compartiendo el destino de los tiranos que se alzan en su contra – remember Sadam –.
Le llegó el momento al pueblo venezolano de no desfallecer y de no dejarse engañar. Con Maduro no se puede negociar, la única salida a todo este desastre depende del exterminio total del régimen.
Publicado: enero 25 de 2019