Llegamos a diciembre, un mes lleno de alegría y júbilo pero oscurecido por el triste manto de las quemaduras por pólvora. Esta cruel realidad, que afecta especialmente a los más pequeños de nuestro País, necesariamente debe ser abordado con un enfoque diferente.
Durante muchos años los gobiernos tanto nacionales como distritales han destinado miles de millones de pesos en campañas pedagógicas que acarrean gastos exorbitantes de publicidad y que, al final y al cabo, no sirven para absolutamente nada.
¿Han disminuido los quemados por las propagandas de televisión? ¿Han disminuido los indicadores de los pabellones de quemados por lo volantes o los avisos en los paraderos de los buses? Evidentemente, todos conocemos la desafortunada realidad.
Por eso, estando ad portas de una nueva temporada navideña es necesario reflexionar sobre la efectividad de las medidas tomadas al respecto hasta ahora y frente a la necesidad de abordar un enfoque mucho más duro y contundente que lleve consigo sanciones ejemplarizantes que le pongan un tate quieto a este fenómeno.
En efecto, el establecer consecuencias realmente severas a los padres de familia que irresponsablemente permitan que sus hijos manipulen pólvora es una apremiante realidad que necesita el País.
La debilidad de la ley y el excesivo garantismo que desafortunadamente ronda en Colombia generan que las personas no tengan el más mínimo respeto a la legislación y pongan deliberadamente en riesgo la integridad de niños inocentes. Es, prácticamente, como ponerlos a jugar una ruleta rusa sin que absolutamente nada suceda.
Sin embargo, a pesar de la gravedad de la situación existen voces que consideran estas posiciones demasiado severas, desproporcionadas e inadmisibles y que seguramente saldrán con teorías jurídicas reforzadas para oponerse a endurecer las sanciones existentes (pero ciertamente para nada efectivas).
A ellos, a los defensores de los irresponsables y a los más garantistas protectores de las teorías que en el papel suenan tan hermosas pero que en la práctica son completamente ineficientes, les pregunto: ¿Acaso hay algo más importante que proteger la vida y la integridad de los menores?
La protección de la niñez debe ser la prioridad número uno de cualquier sociedad, por encima de indicadores económicos o análisis financieros, y por ello, pensando en que ningún niño vuelva a sufrir varios meses hospitalizado en un pabellón de quemados con parte de su cuerpo destruido, debemos hacer un llamado para que las autoridades endurezcan de manera ejemplarizante las sanciones y logremos acabar de una buena vez este terrible flagelo que marca por completo el futuro de una persona.
Publicado: diciembre 7 de 2018
Los comentarios están cerrados.